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martes, 9 de febrero de 2016

Capítulo IV

Ahí estaba, con toda la noche por delante. Con mi vodka en la mano, parada en la barra al lado de Vicente observando a Josefina que pocos minutos antes había empezado a bailar. Me encantaba mirarla, ver como se habría espacio entre la gente. Como se movía sola, con los ojos cerrados, como si no hubiera nadie más a su alrededor.

Vicente, - que siempre me alentaba -, me decía dale, anda a bailar, por último cerca de ella, para que te vea. Pero si está con los ojos cerrados Vicho, le respondía haciéndome todo lo que es la tonta. El me miró sarcástico. Bueno en algún momento los abrirá. Dale, anda, esta es tu oportunidad, cada vez que viene estás trabajando. Atrévete mujer. Me dijo. Para juntar fuerzas fui otra vez al baño, una línea más y estaría lista. Después de un año había que atreverse, a lo más me rechazaba, se daba media vuelta y se iba.


Ya, me la juego ahora dije en voz alta. Y me acerqué, primero empecé a bailar cerca de ella, moviéndome a su ritmo, poco a poco me fui acercando o ella a mí, ya no estoy segura, pero terminamos juntas. 

Parecía un sueño, abrió los ojos, levantando un poco la cabeza bajo la visera del jockey. Me sonrió en silencio mientras nuestros cuerpos se iban uniendo cada vez más. Una canción tras otra, mientras las mariposas en el estómago aumentaban, tenía ganas de gritar de felicidad, por fin la tenía cerca, por fin me estaba tomando en cuenta. Sonaba algún tema de electro pop. Pero ya no bailábamos al ritmo de la música, era nuestro propio ritmo, nos tomábamos de las manos, rozábamos nuestros labios, nos mirábamos. Sonreíamos. Nada ni nadie a nuestro alrededor, así nos sentíamos, o por lo menos yo. Movimientos suaves, nuestros cuerpos cada vez más unidos. Hasta que fundimos la noche, la música y el movimiento en un beso que derrumbó todos mis preceptos. Fue una noche que cambiaría el curso de mi vida para siempre. 

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