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martes, 5 de noviembre de 2019

Capítulo IV (Tercera parte)


La oscuridad, el silencio y el terror se apoderaron de Agustina, en cuestión de segundos su vida se convirtió en una pesadilla de la que creía ya no podría despertar. Esta vez eran muros y rejas los que se le venían encima, ahí, en esa celda no habían ventanas desde las que pudiera saltar. Quizás debí haberlo hecho, pensó, debí haber cedido a mis instintos y abalanzarme sobre aquel ventanal que burlesco me incitaba a saltar, a dejarme caer al vacío, a terminar de una vez con todo. Pero ya era tarde. Ahora estaba muerta en vida.

En esa celda solitaria la noche parecía nunca acabar, durante varias horas intentó infructuosamente realizar una llamada, sin embargo los policías a su alrededor parecían no escucharla, hasta que una mujer de no más de 30 años se acercó a ella, apoyada entre los barrotes comenzó a hablarle. Al principio Agustina no entendía sus palabras, era como si estuviera balbuceando palabras en otro idioma, un lenguaje desconocido y distante, el alcohol y las drogas revoloteaban aún en su cabeza, sus manos temblaban, la visión se le había tornado borrosa, sentía náuseas y a la vez intentaba enfocar su atención en la sargento que le conversaba.

-          Hay cosas que yo por más que intente nunca voy a entender y esta es una de ellas ¿Me puedes explicar que hace una chiquilla como tu vendiendo cocaína? Dijo la mujer, mientras Agustina hacía esfuerzos sobrehumanos por no vomitar.

-          Necesito hacer una llamada, tengo derecho a llamar a alguien, con esfuerzo balbuceó Agustina.

-          Si claro, tienes todo el derecho a llamar a quien quieras, pero te estoy preguntando otra cosa. Continuó la sargento, ¿qué hacías en ese bar de mala muerte? ¿cómo te fuiste a meter en algo así?

Agustina se quedó en silencio, ella tampoco sabía bien en qué momento entró en ese túnel sin salida. La policía la quedó mirando fijo, como esperando una respuesta que en el fondo sabía no iba a llegar.

-          Bueno, acá está  tu celular, haz la llamada.

Rápidamente Agustina buscó a Vicente entre sus contactos, no quería preocupar a Daniela y estaba segura que sus padres jamás la ayudarían.

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Como hace años no ocurría Vicente dormía plácidamente cuando sonó su celular. Se despertó sobresaltado, miró la pantalla y al ver que era Agustina pensó en no contestar, de seguro quiere invitarme a un after, dejó el teléfono sobre su velador, se dio una vuelta y se dispuso a seguir durmiendo.

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-          No contesta, ¿puedo intentarlo de nuevo? Preguntó Agustina.

-          La última vez. Le respondió la sargento.

-          Gracias.

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Nuevamente el ringtone del celular despertó a Vicente, lo mejor era contestar, de seguro Agustina está en llamas carreteando y no me va a dejar en paz, pensó.

-          Estoy durmiendo, le dijo al contestar.

-          Estoy presa respondió Agustina. De fondo se escuchó la voz de la sargento: “detenida”. Bueno, detenida Vicente, estoy en la PDI.

Vicente se levantó de un salto.

-          ¿Qué pasó?

-          Se metieron al bar y pillaron cocaína que tenía Félix. Contestó Agustina.

-          Ya. Voy a llamar a tus papás y me voy para allá.

-          No por favor no los llames, estoy en la PDI de Infante, vente por favor, sácame de acá. Respondió Agustina. Al tiempo que la sargento la apuraba para que cortara el llamado.

Vicente quedó paralizado, no sabía qué hacer y aunque dudó unos segundos decidió llamar al padre de la Agus, sin embargo y tal como ella imaginó el hombre rechazó ayudarla.

-          Le di todo, educación, valores, cariño, una vida estable y ordenada, ella fue quien decidió irse de la casa, involucrarse con mujeres, no terminar la universidad y trabajar en ese antro y a pesar de eso seguí ayudándola económicamente. Ahora que se las arregle sola, de nosotros no va a saber más. Respondió el padre de Agustina y le cortó el teléfono bruscamente a Vicente que se quedó hablando solo.

Viejo de mierda desnaturalizado, pensaba el vicho mientras se vestía.

Al llegar a la PDI no pudo ver a Agustina, sí le dejaron entrarle una chaqueta para que se abrigara, ya estaba amaneciendo y hacía frío. Los policías le informaron que pasaría por la mañana a control de detención y le dieron un solo recado de la Agus: “no llames a Daniela” sin embargo, cerca de las ocho de la mañana Vicente no aguantó más y decidió avisarle, mal que mal era la novia de su amiga.

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Como todas las mañanas en la casa de Daniela estaba la familia sentada en el comedor de diario ubicado a un costado de la cocina tomando desayuno cuando suena su teléfono. Sintió un fuerte mareo y una punzada en el corazón al escuchar lo que Vicente le estaba contando. Se paró apresurada ante el asombro e inquietud de sus padres y salió corriendo para reunirse con Vicente en el Centro de Justicia.

Llegó con los ojos hinchados, apenas podía contener las lágrimas, abrazó a Vicente al tiempo que le preguntaba qué ocurrió. Lo único que él sabía es que la descubrieron vendiendo cocaína a un grupo de clientes del bar. Daniela quedó paralizada.

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Agustina estaba sentada en una banca de madera ubicada al fondo de la celda, tenía la mente en blanco, miraba fijamente una mancha en el piso cuando llegó un policía que le dijo con voz fuerte que se pusiera de pie frente a los barrotes de la reja, le pasaron un fétido chalequín amarillo desgastado que en su espalda decía en letras grandes IMPUTADO, y le ordenaron poner las manos de frente para esposarla, lo mismo hicieron en sus pies.

El traslado hacia el centro de justicia fue aterrador pero mucho más todo lo que ocurriría algunas horas después. Ingresó escoltada por gendarmes por un subterráneo donde la encerraron en otra celda, era más oscura que la anterior y el olor era indescriptible, frente a ella y tras un vidrio se le acercó una abogada, era quien la representaría durante la audiencia de control de detención. Agustina tuvo que relatarle todo lo ocurrido la noche anterior, cómo entregó el papelillo con cocaína a los clientes del bar, cuando encontraron el resto de la droga, dónde estaba. La abogada, hacía preguntas y Agustina respondía intentando ordenar sus ideas.

-          Está bien complicada tu situación, dos kilos de cocaína es tráfico y lo más probable es que te pidan prisión preventiva, sentenció la defensora pública ante la mirada de pánico de Agustina que aún intentaba caer en la realidad de lo que estaba ocurriendo.

Un par de horas más tardes llegó un gendarme para subirla a su control de detención. Al entrar a la sala de audiencia Agustina buscó con la mirada a Vicente quien la observaba intentando disimular su preocupación, luego vio a Daniela, con los ojos llenos de lágrimas al verla caminar esposada de pies y manos, no pudo sacarse esa mirada de la cabeza, todo a su alrededor se volvió turbio, se sintió caminando en medio de una espesa neblina. De repente escuchó una voz lejana que le hablaba insistentemente. Era la magistrado.

-          Señorita, señorita, ponga atención aquí ¿entendió los hechos por los cuales se le está formalizando? No le estoy preguntando si es culpable o no, solamente si entendió.

-          Agustina salió de su sopor y respondió que sí, aunque no había escuchado nada de lo que se habló.

-          Ok, dijo la magistrada. Ministerio público ¿medidas cautelares?

-          Debido a la gravedad del delito, la cantidad de drogas y la pena asignada a este vamos a solicitar prisión preventiva. Dijo el fiscal.

-          Defensa. Continuó la magistrado.

-          Esta defensa se opone en atención a que la imputada no cuenta con antecedentes penales anteriores, lo cual hace plausible entender que para ella este procedimiento terminará lo más probable en uno abreviado, lo cual significa que se impondrá una pena inferior a los 5 años lo cual la hace acreedora a la posibilidad de una condena en libertad, entendiéndose así que la prisión preventiva resulta extremadamente gravosa pudiendo cautelarse todos los fines del procedimiento con otra cautelar de menor intensidad como por ejemplo la del arresto domiciliario nocturno. Replicó la abogada.

-          Ok, oídas las partes, este tribunal va a resolver.

Agustina escuchaba a la magistrado sin entender más que un bla bla bla medida cautelar, bla bla bla peligro para seguridad de la sociedad, bla bla bla delito gravísimo como el tráfico de estupefacientes y lo peor y más chocante y que sí entendió claramente fue: se decreta la prisión preventiva para ambos imputados. Ni siquiera había notado que tenía a Félix a su lado. Lo miró de reojo, él observaba el suelo en silencio. Luego volteó hacia su abogada como esperando haber entendido mal.

-          ¿Qué significa? Le preguntó.

-          Que quedaste presa hasta nuevo aviso, respondió su defensora.

Un gendarme la hizo ponerse de pie para sacarla de la sala, no se atrevió a mirar a Vicente y Daniela que entre lágrimas la observaban desde el público.