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jueves, 31 de marzo de 2016

Capítulo XIV Final de temporada

Con Josefina estaba bien, tranquila, no la amaba ni nada por el estilo, pero lo pasábamos bien, nos reíamos, conversábamos harto, a veces se sentaba en la mesa del comedor a estudiar o hacer algún trabajo y yo me quedaba en el sillón frente a ella tomándome una cerveza, fumando marihuana y mirándola. Me sentía bien y cómoda a su lado.

Pero no había minuto del día en el que Daniela no se cruzara por mis pensamientos, en el que no recordara su mirada, su olor, sus besos, su cuerpo y eso me atormentaba. Pero ese mensaje, ese “no puedo más con esto” al parecer era de verdad. Llevaba dos semanas en los que no me respondía el celular ni me contestaba los mensajes. Y yo había decidido no insistir, quizás nuestra relación era simplemente imposible. Nos conocimos en el tiempo y el espacio equivocados y ante eso nada que hacer. Mejor evitar daños colaterales, olvidar todo lo que pasó entre nosotras y dejar que el tiempo haga su trabajo y elimine los sentimientos.

Una semana, dos semanas, tres semanas y los días se iban haciendo eternos sin saber de ella. Te amo, una y otra vez le enviaba a su celular. Te amo hasta la eternidad. Y no había respuesta. Pensaba en ella y se me apretaba el estómago. Los cosquilleos se paseaban por mi cuerpo hasta posarse en mi garganta. Por momentos sentía que me faltaba el aire. Miraba fotos del grupo en el celular. Agrandaba su imagen para sentir que la tenía cerca. Observaba su cara, me detenía en sus ojos mientras recordaba cada detalle de su mirada. Me salían sonrisas al recordar como mordía su labio inferior al coquetearme, al hacer el amor. ¿Qué hacer para olvidarla?

Fueron días de angustia, drogas y alcohol, pasaba todas las noches en el bar, trabajando o simplemente carreteando. Al principio Josefina se enojaba, discutíamos.

Once de la noche y yo desaparecía hasta el otro día. Luego comenzó a darse por vencida, hasta ese sábado en el que me pidió que me quedara en el departamento, me dijo que quería hacer una fiesta para celebrar que había egresado de la universidad. Estaban todos sus amigos invitados, incluida Daniela que ya había confirmado su asistencia.

El jueves de esa semana comenzaron mis nervios, el viernes en la noche apenas pude dormir y ese sábado me levanté cerca de las 12, abrí una lata de cerveza, me hice unas líneas y comencé a jalar mientras ayudaba a Josefina con los preparativos, fuimos al supermercado, compramos ron, pisco, vodka, cerveza y varias cosas para picar. Ordenamos el departamento y empezamos la celebración horas antes de que los invitados llegaran. Varias veces me preguntó por qué estaba tan nerviosa. No estoy nerviosa, sólo quiero que salga todo bien, le respondía.

Comenzaron a llegar sus amigos, los de la universidad, el grupo del colegio, algunos que conocía, otros que jamás vi. Pero de Daniela nada. Hasta que cerca de las doce de la noche la veo aparecer. Me saludó fría, como si a penas nos conociéramos. Sentí una punzada en el estómago, se me apretó la garganta. Mi cara ardía. Me paré al baño. Nunca voy a olvidar ese momento, me senté en la tasa con la tapa cerrada, las palmas de las manos en mis ojos mientras me caían solas las lágrimas. Ya no podía más. Estaba llegando a un límite que no conocía. Me mojé la cara intentando recomponerme. Un poco más de cocaína y de regreso a la fiesta.

Pasaban las horas y no se me ocurría una forma para acercarme a ella, hasta que se dio el momento. Fue a la cocina a buscar más hielo. No había nadie más ahí, la seguí y la empujé hacia un pequeño dormitorio de servicio que utilizábamos como bodega.

-          ¿Qué te pasa? Déjame tranquila, entiende: esto se acabó. No puedo más.

-          Dani te lo ruego. No hagas esto. Termino ahora con la Jose. Me caso contigo hoy mismo. Por favor no me dejes.

Daniela tomó mi cara entre sus manos mientras empujaba la puerta de la habitación con una de sus piernas.

-          No quiero hacer sufrir a la Jose. Ella te ama.

-          ¿Y tú Dani? ¿No me amas? Porque yo a ti sí. Siento que voy a morir de amor.

-          Yo también te amo, pero no podemos estar juntas. No te imaginas lo mal que lo he pasado sin ti, sin verte. Me dijo. Pero esto no puede ser. Lo que estamos haciendo es malo, es feo. No se hace.


No necesitamos más palabras. La abracé con fuerza, la besé y la llevé hacia un escritorio que estaba al fondo, pegado a la ventana. La levanté, metí mis manos bajo su blusa, mientras besaba sus labios, su cuello. Mientras bajaba. Le levanté la falda y comencé a hacerle sexo oral. Ella acariciaba mi cabeza, mis hombros. De repente se detuvo. Los gemidos se transformaron en silencio. Empujó mi cabeza con sus manos. Estaba paralizada. No me atrevía a levantar la mirada. Una punzada incendió mi pecho. Ella sobre el escritorio, semi desnuda, yo de rodillas con la cabeza entre sus piernas. En la puerta Josefina. Muda. Congelada. Con los ojos llenos de lágrimas y odio en su mirada. 


Capítulo XIII

Sus ojos aún brillantes por las lágrimas, en mis manos su olor. Mientras la tenía ahí, acorralada entre mi cuerpo y el muro abrí su pantalón, metí mis manos en su interior y la masturbé. Rápido, un poco brusco entre el apuro y la adrenalina. Luego, llevamos en ejecución el plan de escape.

El baño del bar daba en línea recta hacia la barra, a la derecha un muro y a la izquierda la mesa en la que estaban Josefina y sus amigas.

La estrategia: salir lo más rápido posible, vista al frente directo a la barra, entrar por el costado y luego ir hacia la cocina, todo por supuesto rezando para que la Jose no nos viera. Algunos minutos después Daniela regresaría donde sus amigas.

Exitosa pero con culpa regresó a la mesa, Andrea que vio y se dio cuenta de todo lo que ocurría me siguió a la cocina.

- Te pasaste, me dijo, superaste mis expectativas. No lo puedo creer. Me dijo entre risas.

- Andrea, córtala, le respondí.

- Suma una tercera y todas felices. Continuó.

- No, le dije. Aguantando las ganas de continuar con el juego en el que había quedado con Daniela. Pero promesas eran promesas y no cedí ante Andrea. Que insisto era una mujer irresistible.

- Mira, te enamoraste parece. Pero ¿se puede saber de cuál de las dos?

- Andrea, por favor no me molestes. Estoy vuelta loca por la Daniela y ya voy a solucionar todo esto.

Se fue, sin hacer más preguntas, total y absolutamente divertida con la situación que estaba viviendo.

El paso siguiendo fue recomponerme y salir a dar la cara tal cual lo hizo Daniela. Una línea de cocaína primero, medio vaso de ron al seco y lista para seguir con la fachada de la polola perfecta.

Salí de la cocina y sonaba True Love de Pink, una de mis cantantes favoritas y el tema, bueno daba justo en el clavo pero para mí historia con Daniela, el amor y odio que ella sentía por mí eran innegables. Pero creo que yo no tenía toda la culpa. Ella pudo alejarse desde un principio.

A penas me acerqué a la mesa Josefina se paró de un brinco.

- Dónde estabas? Te extrañé, me dijo.

- Entre la cocina y la barra sacando pedidos, le respondí.

Me abrazó y besó. Luego al oído me dijo que quería que terminara luego mi turno para llegar al departamento. Finalmente, sí tendría el cierre a lo que hice en el baño con Daniela. Aunque no estaba enamorada de la Jose, era innegable nuestra atracción. Sexo para mí, hacer el amor para ella.

Mire de reojo a Daniela que hablaba con una de sus amigas evitando levantar la vista hacia nosotras. Minutos después dijo que se sentía mal, que se le habían pasado las copas, pidió un taxi y se fue.


“No puedo más con esto” fue el mensaje que recibí al rato en mi celular. Decidí no responderle. Darle su espacio. Ya habíamos conversado en el baño. La decisión ahora estaba en sus manos. Seguíamos con esto o todo llegaba a su fin. 


jueves, 17 de marzo de 2016

Capítulo XII

La Dani no estaba preparada para contarle a su mejor amiga que se había enamorado de su polola y menos para salir del closet frente a su familia. ¿Qué les iba a decir? Soy lesbiana. Si ni si quiera estaba segura de qué era. Simplemente se enamoró de una mujer. De mí. Pero eso, pensaba ella, no la hacía lesbiana. Amor es amor me decía y yo me enamoré de ti sin nombres o etiquetas.

A mí no me preocupaba mucho que le contara o no a sus papás, lo que me tenía complicada era la situación con Josefina. De jueves a Domingo vivía mi pololeo con ella, hacíamos el amor, salíamos, cocinábamos juntas como si nada estuviera pasando. Eran los días en los que se quedaba en mi departamento. Y de lunes a miércoles me juntaba a escondidas con Daniela, teníamos tan solo un par de horas para estar juntas, sin embargo aunque fueran pocos minutos al día, sus besos, el roce de sus manos en mi piel, sus orgasmos y gemidos de placer me llenaban el alma, me completaban, nunca me sentí tan feliz como en esos momentos en los que la tenía a mi lado. Sudor, magia, amor. Todo se reunía en esos momentos en los que no existía un mundo más allá de las dos.

Pero era difícil, más allá del sexo maravilloso, había discusiones, conflictos que nos quitaban la paz, para ella no era fácil saber o imaginarme haciendo el amor con Josefina, besándola como la besaba a ella, tocándola, haciéndole sexo oral, eso la mortificaba pero tampoco me dejaba terminar. Estaba paralizada, no se atrevía a nada. Así nos pasamos ya ni me acuerdo cuanto tiempo, pero fue mucho, varias semanas. Yo jugando a dos bandos, Josefina creyendo que éramos una pareja inquebrantable y Daniela odiándose por traicionar a su mejor amiga.

Una noche nos juntamos todas en el bar, yo estaba trabajando y la Jose quiso ir a acompañarme pero para no aburrirse llevó a sus amigas. En los tiempos muertos me acercaba a ellas a conversar. Evitaba cruzar miradas con Daniela mientras Josefina me abrazaba o besaba. Luego seguía atendiendo mesas.

En eso estaba cuando de repente y sin tiempo para reaccionar me toman por la espalda, me dan un beso en el cuello, me voltean y se lanzan a mis labios. Era Andrea a menos de un metro de mi polola y mi amante. Logre esquivarle el beso casi milimétricamente. La tomé de la mano y la llevé a donde la Jose, mi polola y sus amigas le dije con cara de aquí no ha pasado nada, mismo rostro que puso Andrea que las saludó con una sonrisa un poco fingida y se retiró hacia la barra, directo a preguntarle a Vicente desde cuando yo estaba en una relación. Yo miraba de reojo al Vicho muerto de la risa, mientras le contaba detalles acerca de todo el enredo amoroso en el que estaba metida. Andrea se tomaba la cabeza a dos manos mientras reía.

La que no tenía una sonrisa precisamente fue Daniela que vio todo el saludo inicial, Josefina estaba de espalda a la situación así que no se dio cuenta. Al rato se paró al baño. Y disimuladamente fui tras ella. Estaba enfurecida. Me acerqué para abrazarla pero me empujó.

-          ¿A cuántas bandas estás jugando? ¿Cuántas minas más tienes? Eres una mierda de persona y yo cagando a mi mejor amiga jurando que estabas enamorada de mí. Te juro que te odio. Me dijo intentando no gritar.

-          Dani, ella es una amiga, tuvimos algo tiempo atrás, antes de la Jose y de ti. Te lo juro.

-          No te creo nada. Nadie saluda así a alguien con que no tiene nada. Lo peor es que la pobre mina no tenía idea ni siquiera que estas pololeando. Eres patética Agustina.

Decidí que lo mejor era decirle la verdad.

-          Mira escúchame. ¿Te acuerdas cuando te fui a buscar a la escuela y me dijiste que no querías nada conmigo? Ya, después de eso me vine al bar, me encontré con ella y nos acostamos. Pero no fue nada. No estaba contigo. Tu no querías estar conmigo.

-          Pero si estabas con la Josefina. ¿Qué eres ninfómana?

Debo reconocer que me salió una carcajada al escuchar su pregunta. Lo que la enojó más. Nuevamente intenté abrazarla. Me volvió a alejar de un empujón.

-          Dani, he cometido miles de errores, no soy material de pareja, no estoy acostumbrada a eso de la fidelidad y de estar mucho tiempo con una persona. Me interrumpió.

-          Eso está claro, y ¿Qué pretendías separarme de mi mejor amiga, dejarme la cagada en la vida y después serme infiel hasta cansarte o que me dé cuenta?

-          Dani, no me dejaste terminar. Sé que soy una mierda de persona, que tengo miles de defectos, pero quiero cambiar por ti, quiero estar contigo. Quiero hacerte feliz. Por favor. Dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser mejor.

-          Claro, súper cómodo, comiéndote a dos minas al mismo tiempo. No Agustina, esto desde el principio fue un error. Dejémoslo así.

Me acerqué a ella, le dije ok, como quieras. La tomé fuerte y le di un beso acorralándola contra la pared. Intentó empujarme, pero le tomé los dos brazos levantándolos sobre su cabeza mientras la apretaba con mi cuerpo. Déjame tranquila, no quiero, me decía mientras empezaba a ceder. La miré a los ojos y le dije: nunca nadie te va a querer como yo, te va a besar como yo, te va a hacer sentir lo que te hago sentir yo. Si quieres dejar todo hasta acá, está bien,  es cosa tuya, pero te prometo que te vas a arrepentir.

Tenía los ojos llenos de lágrimas. Me abrazó y me preguntó ¿Qué me hiciste? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti? Nos encontramos Dani, somos almas gemelas. Confía en mí, veamos qué pasa. Dejemos que el tiempo nos ayude a decidir qué vamos a hacer. Pero no termines esto por una mina que no me importa, con la que no voy a volver a estar. No quiero ser la otra toda la vida, me contestó. Eres la primera y única, le dije. Aunque ambas sabíamos que no era así. Que Josefina me quería y que no podíamos hacerle daño. Teníamos que ocultar lo que pasaba entre nosotras. Y quizás algún día podríamos estar juntas o simplemente tendríamos que terminar. 


martes, 15 de marzo de 2016

Capítulo XI

Llevábamos tan poco tiempo juntas y ya le había sido infiel dos veces... Lo peor es que no me sentía culpable. Me gustaba Josefina, lo pasábamos increíble juntas  y durante un año estuve obsesionada con ella. Pero no me di cuenta en que minuto pasó de ser una nueva medalla, que hay que reconocer me costó mucho obtener, a mi polola. O sea, las primeras semanas me encantaba que se quedara varios días conmigo, pero no sé, algo cambió, llegó un momento en que me empecé a sentir asfixiada, era demasiado el mamonerío, mucho amor, noches haciendo cucharita, idas a trabajar al bar y luego derechito para la casa porque la mujer me estaba esperando, no era yo.

Pero lo peor vino cuando apareció la Dani, aunque al principio me caía mal necesité una tarde conversando con ella para que me enamorara hasta las patas y después hacer el amor, uffff, un sueño. Pero tenía que sacarla de mi cabeza, ya era suficiente, más encima la Jose me contó que se fue a Valpo a buscar a su pololo, casi se me cae el mundo encima. Tuve que poner cara de póker para que no notara mis ganas de llorar. La misma cara que puse cuando llegó al otro día de mi noche de sexo con Andrea.

- Al final que hiciste anoche? Me preguntó.

- Nada, me tomé unos tragos y me vine a dormir, le respondí sin que se me moviera un sólo músculo. Se me estaba haciendo costumbre eso de mentirle.

En fin, la noticia de la Dani volviendo con el famoso Tomás me dejó loca. No lo podía creer y tenía pegada a la Jose, tres días en mi departamento.

Llegó un momento en que no aguanté más y le mande un mensaje de esos de picada.

- Se feliz con tu pololo. Felicitaciones. Buena decisión.

No me respondió como en 3 horas. Luego sólo recibí un maldito "gracias". La odié tanto. Quería vengarme. Agarré a la Jose y me la tiré como nunca, con rabia, pasión, odio, amor, de todo, una y otra vez todo el fin de semana encerradas, desnudas la mayor parte del tiempo. Hasta que el domingo en la tarde se le ocurrió la maravillosa idea de invitar a la Dani y las amigas al departamento. Le dije que sí. Me gustó la idea. Nunca fui tan tierna y atenta con nadie como esa tarde con la Jose mientras la Dani estaba presente.

Pero sirvió para darme  cuenta de que me amaba aunque no quisiera reconocerlo. Su mirada cuando nos besábamos, cuando la atendía, cuando me veía acariciarla. Estoy segura que estaba pasándolo mal. Se le notaba en los ojos el dolor. Pero era mi venganza por su rechazo. Quería hacerla sufrir.

El tema de conversación de esa junta era precisamente el regreso de la parejita. Todas querían saber cómo fue el reencuentro con Tomás. Al principio la Dani evadía el tema. Luego soltó la verdad. No volvimos, dijo mirando hacia el suelo. Fui. Nos acostamos y me di cuenta de que ya no pasaba nada. De que ya no sentía nada por él. Les juro que tuve que hacer esfuerzos por mantenerme seria, la sonrisa se me escapaba sola. Tomás 0 - Agustina 1. Todavía tengo opciones pensaba mientras inventaba una cara de tristeza y preocupación.

- Pero estás bien. Le pregunté con hipocresía. Me miró con cara de odio y me dijo que sí.

El resto de la tarde me dediqué a molestarla. Cada vez que me daba cuenta que nadie nos veía pasaba por atrás de ella y le hacía cariño en la cabeza o al cruzarnos las miradas le guiñaba un ojo o le tiraba un beso. Tenía tanta rabia por el rechazo que la verdad como que me desquicié un poco. Y bueno, un traguito sumado a un par de rayas escondida en el baño me provocaba más ganas de molestarla y hacerla rabiar. Lo único importante es que nadie más notara mi juego.

Las juntas se fueron haciendo cada vez más seguidas. Los domingos se volvieron tradición, asado y cervezas en el departamento y en la semana miércoles o jueves sagrado en el bar. Claro que las niñas hasta temprano porque al otro día estudiaban. Yo por lo general cerraba la noche en algún after hour.

Bueno, era domingo cerca de las 9 de la noche cuando de repente se acabaron las cervezas y la Jose con otra amiga decidieron ir a comprar un pack más. Yo estaba a cargo de la parrilla por lo que no podía ir y dejaron a la Dani acompañándome. Los primeros minutos fueron sólo silencio. Yo en la terraza, ella de pie cerca del ventanal. No pude más. Después de varias semanas de guerra cruzada, molestándola y poniéndola nerviosa decidí dar el último paso y definitivo.

La acorralé contra un muro, la miré fijo y le dije:

- Júrame que no te mueres por darme un beso?

- Que ego tienes, me respondió.

- Júramelo. Le repetí sin dejarla responder, me acerqué y le di un beso de esos inolvidables con una de mis manos en su cara y la otra apoyada en la pared. Rozando mi cuerpo con el suyo, una y otra vez. Su respiración cada vez más agitada, al principio estaba un poco rígida nerviosa, luego cruzó sus brazos en mi espalda. Me cuesta describir las emociones y sensaciones que se agolpaban en mi estómago, corazón y garganta, decir que tenía mariposas es poco, parecían elefantes bailando de nerviosismo y felicidad en mi interior. Por momentos mis piernas parecían doblarse y por el ritmo de su respiración noté que ella sentía lo mismo. Suspiros, corazones palpitando a mil. Mordía mis labios, tocaba mi pelo, sus manos se aferraban a mi espalda. Comencé a recorrer su cuerpo, era tan suave y tenía un olor que nunca podré olvidar.


De un golpe se rompió la magia cuando sentimos la puerta de entrada, el regreso de Josefina nos separó de un salto. Yo en la parrilla, ella sentada en un sillón en la terraza. Las dos con un nudo en la garganta. Definitivamente ya no había vuelta atrás. Había llegado el momento de contar la verdad.


jueves, 10 de marzo de 2016

Capítulo X

Me sentía como la protagonista de un dramón de esos de teleserie, dos mujeres y un camino, doña flor y sus dos maridos, marimar, maría la del barrio, no sé… Cualquiera pero bien dramática… Sabía que era cosa de tiempo para que explotara una bomba que iba a dejar la embarrada… Un lesbian drama de aquellos.

Pero no tenía mucho que hacer. A pesar de que seguía con la Josefina, mi mente y mi corazón estaban en la Dani y no podía evitarlo por más que lo intentara. Según Vicente me estaba obsesionando con ella, que no era amor, simplemente quería más de lo que ya no podía tener. Yo estaba segura de que me había enamorado.

Pasé dos semanas llamándola, fui varias veces a buscarla a la escuela de teatro, quería verla, conversar, llevarla a mi casa y repetir ese encuentro que me volvió loca, necesitaba sentir sus manos en mi piel, tocarla, hacerle el amor, pero ella una y otra vez me alejaba, me rechazaba. Era a su mejor amiga a quien habíamos traicionado y no pudo con la culpa. Fui a buscarla una última vez.

-          Dime que no sientes nada por mí y te dejo en paz, le dije a penas la vi. Me miró seria. Estuvo algunos segundos en silencio. Y luego respondió.

-          Estoy pensando en volver con mi ex.

-          Esa no fue la pregunta que te hice. Le dije.

-          No me pidas que te responda eso porque no sé lo que siento. Pero estoy segura de que entre tú y yo no va a volver a pasar nada. No podemos. Así que por favor, no me busques más, no me llames, no vengas a mi escuela. Déjame tranquila.

La sensación fue de recoger la poca dignidad que me quedaba esparcida por la calle e irme. Sólo le dije chao. Te vas a arrepentir. Pero te prometo que no te molesto más. Y seguí mi camino. Me fui al bar, aunque no me tocaba trabajar tenía las llaves, lo abrí me puse a hacer el aseo. Limpiar mesas, barrer, las labores clásicas de mi turno. Al rato llegaron Vicente, Félix y la otra garzona. ¿Qué te pasó preguntaron? Nada les dije. Sólo necesitaba relajar la mente. Hoy te trabajo gratis Félix. Tu dame un poco de cocaína, unos copetes y todo bien. 7 de la tarde y yo ya estaba arriba de la pelota. La verdad de trabajo cero.

Mi celular vibraba adentro de uno de los bolsillos de mi pantalón, era la Jose, le dije que estaba en el bar y que quería estar sola. Empezamos a discutir, me sacaba en cara que siempre salgo sola, que no la incluyo en mis carretes, que esto y que lo otro, era primera vez que la notaba realmente molesta. Mientras la escuchaba entró Andrea. Me saludó con un beso en la mejilla que tenía libre y me guiñó un ojo. Inmediatamente pensé: tengo que lograr que la Jose no venga. Intenté suavizar la discusión. Le prometí que era la última vez. Que todo mi tiempo sería para ella. Mil cosas que ni me acuerdo. Pero como era jueves y ella estudiaba me dijo que igual tenía que dormir temprano. Un beso. Mañana nos vemos. Y colgó.

Ese mañana nos vemos me daba varias horas de libertad. Y aunque me tomé unos minutos para pensarlo, decidí acercarme a la Andrea, ver qué me deparaba el destino esa noche. Meses sin verla y justo el día en que la Dani termina de partirme el corazón se aparece. Tenía que ser una señal.


Y así no más fue, me la llevé al departamento. Se nos hizo de día tirando y jalando, ponía líneas de coca en su estómago, ella en el mío, las aspirábamos, nos recorríamos con la lengua, con los labios, con las manos, nos conocíamos bien, sabíamos cómo darnos placer.  Llevábamos tiempo en lo mismo, sexo sin ataduras. Amigas con ventaja. Dos lesbianas asumidas viviendo nada más que el momento.