Con Josefina estaba
bien, tranquila, no la amaba ni nada por el estilo, pero lo pasábamos bien, nos
reíamos, conversábamos harto, a veces se sentaba en la mesa del comedor a
estudiar o hacer algún trabajo y yo me quedaba en el sillón frente a ella
tomándome una cerveza, fumando marihuana y mirándola. Me sentía bien y cómoda a
su lado.
Pero no había minuto
del día en el que Daniela no se cruzara por mis pensamientos, en el que no
recordara su mirada, su olor, sus besos, su cuerpo y eso me atormentaba. Pero
ese mensaje, ese “no puedo más con esto” al parecer era de verdad. Llevaba dos
semanas en los que no me respondía el celular ni me contestaba los mensajes. Y yo
había decidido no insistir, quizás nuestra relación era simplemente imposible. Nos
conocimos en el tiempo y el espacio equivocados y ante eso nada que hacer. Mejor
evitar daños colaterales, olvidar todo lo que pasó entre nosotras y dejar que
el tiempo haga su trabajo y elimine los sentimientos.
Una semana, dos
semanas, tres semanas y los días se iban haciendo eternos sin saber de ella. Te
amo, una y otra vez le enviaba a su celular. Te amo hasta la eternidad. Y no
había respuesta. Pensaba en ella y se me apretaba el estómago. Los cosquilleos
se paseaban por mi cuerpo hasta posarse en mi garganta. Por momentos sentía que
me faltaba el aire. Miraba fotos del grupo en el celular. Agrandaba su imagen
para sentir que la tenía cerca. Observaba su cara, me detenía en sus ojos
mientras recordaba cada detalle de su mirada. Me salían sonrisas al recordar
como mordía su labio inferior al coquetearme, al hacer el amor. ¿Qué hacer para
olvidarla?
Fueron días de
angustia, drogas y alcohol, pasaba todas las noches en el bar, trabajando o
simplemente carreteando. Al principio Josefina se enojaba, discutíamos.
Once de la noche y yo
desaparecía hasta el otro día. Luego comenzó a darse por vencida, hasta ese
sábado en el que me pidió que me quedara en el departamento, me dijo que quería
hacer una fiesta para celebrar que había egresado de la universidad. Estaban
todos sus amigos invitados, incluida Daniela que ya había confirmado su
asistencia.
El jueves de esa
semana comenzaron mis nervios, el viernes en la noche apenas pude dormir y ese
sábado me levanté cerca de las 12, abrí una lata de cerveza, me hice unas
líneas y comencé a jalar mientras ayudaba a Josefina con los preparativos,
fuimos al supermercado, compramos ron, pisco, vodka, cerveza y varias cosas
para picar. Ordenamos el departamento y empezamos la celebración horas antes de
que los invitados llegaran. Varias veces me preguntó por qué estaba tan nerviosa.
No estoy nerviosa, sólo quiero que salga todo bien, le respondía.
Comenzaron a llegar
sus amigos, los de la universidad, el grupo del colegio, algunos que conocía,
otros que jamás vi. Pero de Daniela nada. Hasta que cerca de las doce de la noche
la veo aparecer. Me saludó fría, como si a penas nos conociéramos. Sentí una
punzada en el estómago, se me apretó la garganta. Mi cara ardía. Me paré al
baño. Nunca voy a olvidar ese momento, me senté en la tasa con la tapa cerrada,
las palmas de las manos en mis ojos mientras me caían solas las lágrimas. Ya no
podía más. Estaba llegando a un límite que no conocía. Me mojé la cara
intentando recomponerme. Un poco más de cocaína y de regreso a la fiesta.
Pasaban las horas y
no se me ocurría una forma para acercarme a ella, hasta que se dio el momento. Fue
a la cocina a buscar más hielo. No había nadie más ahí, la seguí y la empujé
hacia un pequeño dormitorio de servicio que utilizábamos como bodega.
-
¿Qué te pasa? Déjame tranquila,
entiende: esto se acabó. No puedo más.
-
Dani te lo ruego. No hagas esto. Termino
ahora con la Jose. Me caso contigo hoy mismo. Por favor no me dejes.
Daniela tomó mi cara
entre sus manos mientras empujaba la puerta de la habitación con una de sus
piernas.
-
No quiero hacer sufrir a la Jose. Ella
te ama.
-
¿Y tú Dani? ¿No me amas? Porque yo a ti
sí. Siento que voy a morir de amor.
-
Yo también te amo, pero no podemos
estar juntas. No te imaginas lo mal que lo he pasado sin ti, sin verte. Me
dijo. Pero esto no puede ser. Lo que estamos haciendo es malo, es feo. No se
hace.
No necesitamos más
palabras. La abracé con fuerza, la besé y la llevé hacia un escritorio que
estaba al fondo, pegado a la ventana. La levanté, metí mis manos bajo su blusa,
mientras besaba sus labios, su cuello. Mientras bajaba. Le levanté la falda y
comencé a hacerle sexo oral. Ella acariciaba mi cabeza, mis hombros. De repente
se detuvo. Los gemidos se transformaron en silencio. Empujó mi cabeza con sus
manos. Estaba paralizada. No me atrevía a levantar la mirada. Una punzada
incendió mi pecho. Ella sobre el escritorio, semi desnuda, yo de rodillas con
la cabeza entre sus piernas. En la puerta Josefina. Muda. Congelada. Con los ojos
llenos de lágrimas y odio en su mirada.
Omg!! Tenía que pasar! Muy buen final de temporada.
ResponderEliminarEra algo inevitable... Como dicen por ahí: las mentiras tienen patas cortas...
EliminarOoooooh como que me cae mal un poquito la agu, y banco a la jose pobrecita, necesito saber que pasa!!!???
ResponderEliminarLa Agu genera eso, amor y odio... Y la Jose pobreeee todo mal para ella.
ResponderEliminarEn un mes aprox nueva temporada!