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miércoles, 1 de junio de 2016

Capítulo I (Segunda Temporada)

Me quedé paralizada en la pequeña habitación, como en una película escuchaba a Josefina en el living.

-          Amigos, acabo de descubrir a mi polola y mi mejor amiga teniendo sexo en la pieza de servicio, no hay mucho más que decir. Les pido que se vayan por favor.

El silencio fue perturbador. Rápidamente todos dejaron el departamento. Yo de rodillas en el piso mientras Daniela se acomodaba la ropa para salir y enfrentar a Josefina. Al cruzar la puerta volteó, en su mirada no había amor, estaba vacía.

-          Este fue el peor error de mi vida. Me dijo. Y nuevamente me dio la espalda.

No se por cuánto tiempo me quedé ahí. Perdí la noción de todo a mí alrededor. En algún momento entró Vicente, se sentó en el piso a mi lado. Me abrazó lloré agarrada de su mano. Al salir Daniela y Josefina ya no estaban en el departamento.

Tenía la sensación de haberlo perdido todo, el vacío era indescriptible. Daniela era mucho más que una conquista, era la mujer para mí, era el amor de mi vida y por cobarde había tirado todo por la borda. No sabía qué hacer para arreglar el tremendo error que cometí.

Durante días llamé una y otra vez a Josefina sin respuesta. Necesitaba pedirle perdón, la culpa me estaba matando, además creía que era la única forma de recuperar a Daniela que tampoco contestaba mis llamadas.

Junté fuerzas, tome mi orgullo, lo guardé en un cajón y partí al departamento de Josefina, como el conserje me conocía me dejó pasar sin hacer preguntas. Estaba frente a su puerta, esperando conseguir su perdón o simplemente hablar, explicarle lo indefendible, lo imperdonable. Demoré varios minutos en tocar el timbre, millones de palabras giraban alrededor de mi cabeza pero no sabía qué decir, cómo empezar esa conversación que debí haber tenido con ella hace meses, antes de destruir su amistad, a ella, a Daniela y a mí.

Cerré los ojos, respiré profundo y llamé a su puerta. Al abrir me quedó mirando, sonrió irónica, agachó la mirada y me lanzó un cachetazo.

-          Eres una mierda de persona. O sea, yo sabía que eras así, pero meterte con mi mejor amiga terminó de coronarte como la lesbiana más asquerosa de este planeta. Me dijo. Y me cerró la puerta en la cara.

-          Josefina, pégame, insúltame, haz lo que quieras pero no me voy a mover de aquí, necesito que me escuches. Necesito que hablemos. Por favor. Dame 5 minutos.

Me senté en el piso al lado de su puerta. Debe haber pasado cerca de una hora cuando la volvió a abrir.

-          ¿Sigues acá? Me dijo. ¿Qué quieres?

-          Hablar. Pedirte perdón. Le respondí.

-          ¿Y volver conmigo también? ¿Qué nos casemos?

-          No Josefina. Necesito explicarte, ser por primera vez en mi vida honesta contigo, conmigo y con lo que siento. Déjame pasar por favor.

-          ¿Honesta tú? Reventándole la cabeza a minas heterosexuales, a  mi mejor amiga, como mi hermana. No me hagas reír. Tuviste tu trofeo ahora déjame en paz. Déjanos en paz.

-          Jose. Me enamoré. Nunca quise hacerte daño. Ni menos a la Dani, debí contarte lo que me estaba pasando desde un principio. Pero no me atreví. Fui cobarde, fui tonta, fui mala. Todo lo que piensas yo también lo pienso, por eso estoy aquí, necesito que me escuches.

-          ¿Tú enamorada? No me hagas reír. Eres incapaz de tener un sentimiento decente hacia nadie. Ahora ándate de mi casa o llamo a los pacos.

Intentó cerrarme nuevamente la puerta en la cara pero la empujé hacia adentro.

-          Me vas a escuchar. Le dije.

Comenzamos un manoteo, la tenía agarrada de los hombros con fuerza, ella me golpeaba la cara, mientras yo intentaba empujarla contra la pared para afirmar sus manos. Las dos llorábamos, nos gritábamos, hasta que las fuerzas no nos dieron. Josefina se agachó, la abracé, mientras una y otra vez le pedía disculpas. Tenía una punzada en el corazón, en la garganta y el estómago, apenas podía respirar, mi mente giraba, ya no había razón ni lógica. Esa tarde parte de mi alma quedó con Josefina, en sus lágrimas, en su dolor.


Ahí estábamos, abrazadas, llorando, Josefina intentando empujarme, cuando de un momento a otro lo consiguió, me tiró fuerte, de espalda al suelo y muy al contrario de lo que imaginé ocurriría se recostó sobre mí, tiró mi pelo, me pegó un cachetazo y me besó en los labios, con violencia comenzó a meter sus manos bajo mi polera. Intente levantarme, me empujó nuevamente. Desabrochó mi pantalón, metió sus manos y comenzó a bajar. No había razón ni lógica en lo que estaba pasando. Tuvimos sexo. Violento. Con rabia. Podía sentir su odio mientras me tiraba. Terminamos. Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas. Me miró fijamente. Sonrió con rabia y dijo: deja en paz a Daniela. Elimínala de este juego tortuoso que es tu vida. Si la amaras no te hubieras acostado conmigo. Tú eres sexo. No sabes nada de amor. Se vistió y me pidió que me fuera. Sin rencores, continuó. Tú no vales la pena. Ni si quiera para desgastarme odiándote. Todo bien. No te preocupes. 


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