Me quedé paralizada
en la pequeña habitación, como en una película escuchaba a Josefina en el
living.
-
Amigos, acabo de descubrir a mi polola
y mi mejor amiga teniendo sexo en la pieza de servicio, no hay mucho más que
decir. Les pido que se vayan por favor.
El silencio fue
perturbador. Rápidamente todos dejaron el departamento. Yo de rodillas en el
piso mientras Daniela se acomodaba la ropa para salir y enfrentar a Josefina.
Al cruzar la puerta volteó, en su mirada no había amor, estaba vacía.
-
Este fue el peor error de mi vida. Me
dijo. Y nuevamente me dio la espalda.
No se por cuánto
tiempo me quedé ahí. Perdí la noción de todo a mí alrededor. En algún momento
entró Vicente, se sentó en el piso a mi lado. Me abrazó lloré agarrada de su
mano. Al salir Daniela y Josefina ya no estaban en el departamento.
Tenía la sensación de
haberlo perdido todo, el vacío era indescriptible. Daniela era mucho más que
una conquista, era la mujer para mí, era el amor de mi vida y por cobarde había
tirado todo por la borda. No sabía qué hacer para arreglar el tremendo error
que cometí.
Durante días llamé
una y otra vez a Josefina sin respuesta. Necesitaba pedirle perdón, la culpa me
estaba matando, además creía que era la única forma de recuperar a Daniela que
tampoco contestaba mis llamadas.
Junté fuerzas, tome
mi orgullo, lo guardé en un cajón y partí al departamento de Josefina, como el
conserje me conocía me dejó pasar sin hacer preguntas. Estaba frente a su
puerta, esperando conseguir su perdón o simplemente hablar, explicarle lo
indefendible, lo imperdonable. Demoré varios minutos en tocar el timbre,
millones de palabras giraban alrededor de mi cabeza pero no sabía qué decir,
cómo empezar esa conversación que debí haber tenido con ella hace meses, antes
de destruir su amistad, a ella, a Daniela y a mí.
Cerré los ojos,
respiré profundo y llamé a su puerta. Al abrir me quedó mirando, sonrió
irónica, agachó la mirada y me lanzó un cachetazo.
-
Eres una mierda de persona. O sea, yo
sabía que eras así, pero meterte con mi mejor amiga terminó de coronarte como
la lesbiana más asquerosa de este planeta. Me dijo. Y me cerró la puerta en la
cara.
-
Josefina, pégame, insúltame, haz lo
que quieras pero no me voy a mover de aquí, necesito que me escuches. Necesito
que hablemos. Por favor. Dame 5 minutos.
Me senté en el piso
al lado de su puerta. Debe haber pasado cerca de una hora cuando la volvió a
abrir.
-
¿Sigues acá? Me dijo. ¿Qué quieres?
-
Hablar. Pedirte perdón. Le respondí.
-
¿Y volver conmigo también? ¿Qué nos
casemos?
-
No Josefina. Necesito explicarte, ser
por primera vez en mi vida honesta contigo, conmigo y con lo que siento. Déjame
pasar por favor.
-
¿Honesta tú? Reventándole la cabeza a
minas heterosexuales, a mi mejor amiga,
como mi hermana. No me hagas reír. Tuviste tu trofeo ahora déjame en paz.
Déjanos en paz.
-
Jose. Me enamoré. Nunca quise hacerte
daño. Ni menos a la Dani, debí contarte lo que me estaba pasando desde un
principio. Pero no me atreví. Fui cobarde, fui tonta, fui mala. Todo lo que
piensas yo también lo pienso, por eso estoy aquí, necesito que me escuches.
-
¿Tú enamorada? No me hagas reír. Eres
incapaz de tener un sentimiento decente hacia nadie. Ahora ándate de mi casa o
llamo a los pacos.
Intentó cerrarme
nuevamente la puerta en la cara pero la empujé hacia adentro.
-
Me vas a escuchar. Le dije.
Comenzamos un
manoteo, la tenía agarrada de los hombros con fuerza, ella me golpeaba la cara,
mientras yo intentaba empujarla contra la pared para afirmar sus manos. Las dos
llorábamos, nos gritábamos, hasta que las fuerzas no nos dieron. Josefina se
agachó, la abracé, mientras una y otra vez le pedía disculpas. Tenía una
punzada en el corazón, en la garganta y el estómago, apenas podía respirar, mi
mente giraba, ya no había razón ni lógica. Esa tarde parte de mi alma quedó con
Josefina, en sus lágrimas, en su dolor.
Ahí estábamos,
abrazadas, llorando, Josefina intentando empujarme, cuando de un momento a otro
lo consiguió, me tiró fuerte, de espalda al suelo y muy al contrario de lo que
imaginé ocurriría se recostó sobre mí, tiró mi pelo, me pegó un cachetazo y me
besó en los labios, con violencia comenzó a meter sus manos bajo mi polera. Intente
levantarme, me empujó nuevamente. Desabrochó mi pantalón, metió sus manos y
comenzó a bajar. No había razón ni lógica en lo que estaba pasando. Tuvimos
sexo. Violento. Con rabia. Podía sentir su odio mientras me tiraba. Terminamos.
Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas. Me miró fijamente. Sonrió
con rabia y dijo: deja en paz a Daniela. Elimínala de este juego tortuoso que
es tu vida. Si la amaras no te hubieras acostado conmigo. Tú eres sexo. No
sabes nada de amor. Se vistió y me pidió que me fuera. Sin rencores, continuó.
Tú no vales la pena. Ni si quiera para desgastarme odiándote. Todo bien. No te
preocupes.
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