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miércoles, 29 de junio de 2016

Capítulo V (Segunda Temporada)

Josefina estaba empecinada en vengarse de mí. Me odiaba con toda el alma y tenía convencida a Daniela de que yo era una mala persona, una drogadicta perdida, sin corazón, incapaz de enamorarse y a la que había que darle una lección.

Miércoles cerca de las siete de la tarde en el departamento de Daniela.

Y ahí estaban intentando planear la forma de vengarse.

-          La mina me dijo que estaba enamorada de ti. Claro que un rato antes de que me la culiara bien culiá. Dijo Josefina.

Daniela agachó la mirada. Tomó una bocanada profunda de aire y comenzó a hablar.

-          Le pedí que rehiciera su vida. Jose, no la quiero hacer sufrir.

Josefina se tapó la cara con las dos manos mientras cerraba los ojos. Suspiró y tomó una botella de cerveza que estaba sobre la mesa de centro mientras pensaba la manera de convencer a Daniela.

-          A ver Dani, me persiguió un año, se acostó conmigo, me enganchó, nos pusimos a pololear, te conoció, te persiguió, se acostó contigo, te convenció de ser su amante, te hizo engañarme a mí, a tu mejor amiga ¿Y no la quieres hacer sufrir? Esa mina te volvió loca. En serio te lo digo.

-          ¿Y qué quieres que haga?

-          Lo que has estado haciendo. Que la ilusiones, que le hagas creer que van a volver. Si es necesario Daniela dale un par de besos. Y cuando la tengas loquita por ti, te conseguimos un mino y llegamos al bar mientras ella esté trabajando. Tú a los besos con el tipo. La hacemos sufrir un rato y nos vamos. Después de eso desapareces de su vida. Es sólo para darme el gusto de verla sufrir. Me la debes amiga. Me la debes.

Daniela apretaba las manos tan fuerte que las uñas le quedaron marcadas en las palmas. Estaba nerviosa. Odiaba a Agustina pero no quería venganza, ni menos hacerle daño. En realidad tampoco estaba tan segura de que lo que sentía fuera realmente odio.

-          Ok Jose. Es verdad, te la debo. Y si tengo que elegir entre ella y tu obvio que eres tú. Hagamos lo que tenemos que hacer.

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El bar era mi vía de escape. Aunque ahora trabajaba sólo los sábados, comencé a ir casi todos los días. Un par de rayas, unos tragos y al cierre Vicente se encargaba de llevarme al departamento. La mayoría de las veces continuaba la fiesta ahí, más cocaína y mujeres. Mi promesa de rehacer mi vida era cierta… Sabía que enamorarme otra vez sería difícil y más olvidar a Daniela, pero por lo menos podía pasarlo bien. Desde el último mensaje que no hablábamos, habían pasado cerca de dos semanas y muchas veces fueron mis amigos los que tuvieron que quitarme el celular de las manos mientras borracha intentaba llamarla.

Como tantas otras veces Andrea siempre estaba ahí para consolarme. Me hacía reír, teníamos buen sexo. Me encantaba hacer líneas de cocaína en su estómago y aspirarlas, luego pasar mi lengua por todo su cuerpo. Por momentos me hacía olvidar a Daniela.

Estábamos en uno de esos encuentros cuando me suena el celular. Era temprano en la mañana, no habíamos dormido nada y estábamos francamente borrachas y duras. Era Daniela, contesté intentando disimular mi estado.

-          ¿Se te pasó el enojo? Me dijo.

Al escuchar su voz sentí una punzada en el pecho, se me apretaron el corazón y el estómago.

-          No estoy enojada. Pero tú y yo sabemos que amigas no podemos ser.

-          Estoy cerca de tu departamento. Te puedo ir a ver. Me dijo.

-          No. Ahora estoy ocupada.

-          ¿Estás con alguien?

-          Sí Dani, no estoy sola. Si quieres te llamo en la noche y coordinamos.

-          Ok. Me respondió con voz seca.



Andrea encontró que la situación no podía ser más divertida. Se paró cerró las cortinas y me dijo en tono burlesco que intentáramos dormir o si no iba a ser imposible que pudiera juntarme con mi  amor. Me costó pero logré conciliar el sueño. Cuando desperté Andrea ya no estaba y era demasiado tarde para llamar a la Dani. Decidí seguir durmiendo y esperar a la mañana siguiente. 


miércoles, 22 de junio de 2016

Capítulo IV (Segunda Temporada)

Llevaba casi un mes sin ir al bar, sin drogarme o consumir alcohol. Sólo marihuana y no todos los días. De verdad quería cambiar, dar un giro a mi historia y quizás algún día recuperar a Daniela.

Todas las noches le enviaba un  mensaje antes de dormir. A veces sólo un “qué descanses” pero esa noche fue distinto: “en mi vida hay un antes y un después de conocerte. Gracias por quedarte a mi lado. Te amo eternamente”. Su respuesta me voló la cabeza. “Agustina, yo también te amo, pero como amiga. Gracias por quererme tanto y sin duda siempre voy a estar a tu lado, pero creo que ya es hora de que pienses en rehacer tu vida. Sal, conoce a alguien. Intenta ser feliz”.

Sentí una furia que me hervía la sangre, quería gritar. Matar a alguien. Suicidarme. Llamarla. Insultarla. Llorar. Decidí mandar todo a la cresta. Ya daba lo mismo. Eran las 11 de la noche, el bar debía estar comenzando a encenderse. Me vestí. Llamé a Vicente, le avisé que iría y partí. Retomé esos viejos hábitos que llenaban de adrenalina mis venas… Caminé desde mi departamento hasta el bar. Siempre me dijeron que era peligros, jamás me importó. Menos en ese momento, ya no tenía nada que perder. Mi esencia se la llevó Daniela.

No volví en tres días al departamento. Del bar a un after, del after a la casa de alguien, no se de quien, de ahí no salimos. Corrían las botellas de ron. Sobre la mesa de centro una bandeja plateada con una cantidad infinita de cocaína. Raya tras raya hasta que mi corazón parecía que iba a explotar. Me miraba el pecho, saltaba en mi interior. Lentes oscuros y desaparecer de ahí. Busqué en mi cartera. No tenía dinero, la única opción era encontrar un paradero de micro y a un chofer amable que me llevara hasta mi casa o por lo menos que me acercara a ella. Las náuseas recorrían mi cuerpo. Logré sobrevivir al recorrido y llegar a mi departamento.

Me acosté como pude, tomé unas pastillas para dormir y al día siguiente me despertó un golpe en la espalda. Era Vicente que me había tirado mi celular.

-          Revisa tus llamadas perdidas estúpida, me gritó.

Lo miré extrañada, me dio rabia. Tome mi teléfono y tenía más de 80 llamadas y mensajes.

-          ¿Dónde mierda estabas? Estuve a punto de llamar a tus papás, de declararte desaparecida en los pacos. ¿Qué te pasa? ¿Cómo tan desenfocada?

Primera vez que lo veía enojado. Le conté lo que podía recordar de los últimos 4 días, el mensaje de la Dani, mi rabia y mis ganas de terminar con todo.

-          Déjate con la lástima. Tú te metiste con la mejor amiga de tu polola. Ahora sume, da vuelta la página y haz algo con tu vida. Amiga de verdad, no puedes seguir así. Un día me van a llamar para avisarme que te encontraron  muerta.

-          ¿Y a quién le va a importar Vicente? Le dije.

-          A mí. Y con eso que te baste. No seas egoísta. Además revisa bien tu celular. También te llamó como 25 veces la Daniela.


No quería hablar con ella así que le mandé un mensaje. “Hola. Me llamaste. Que quieres” me respondió casi de inmediato “saber de ti. No me escribiste más”. “Estaba rehaciendo mi vida. Tal como me sugeriste”. No me volvió a responder. 


miércoles, 15 de junio de 2016

Capítulo III (Segunda Temporada)

A pesar de que le dije a Daniela que no podía ser su amiga, comencé a pensar que no volver a verla era mucho peor y más difícil que tenerla sólo como amiga, por lo menos podría estar cerca de ella, intentar reconquistarla. Me ahogaba de sólo pensar en dejarla salir así de fácil de mi vida.

Me duché, me vestí, me arreglé, tomé un taxi y salí de mi departamento hacia el de ella. Vicente me insistía que no lo hiciera. Que dejara pasar el tiempo, las cosas se van a arreglar solas me repetía una y otra vez. Pero no lo escuché. Necesitaba verla.

Eran cerca de las 7 de la tarde de un caluroso viernes de mediados de marzo. Providencia estaba más viva que nunca y mi corazón estaba muerto. Miraba a mi alrededor mientras avanzaba en el auto sintiendo que todo en mi mundo estaba paralizado. Aunque era cerca me parecieron horas de recorrido.

Daniela me abrió la puerta, rápidamente salió dejándola junta. Por su nerviosismo supe que no estaba sola.

-          Vine a aceptar tu propuesta si es que todavía sigue en pie. Prefiero ser tu amiga a no verte más. Le dije.

No me respondía, estaba muda, sus ojos comenzaron a ponerse brillantes, tenía ganas de llorar. De repente se abre la puerta, era Josefina.

-          Miren que sorpresa. Dijo hacia adentro apuntándome con el dedo. La reina de la discordia se apareció. Ni que la hubiéramos invocado.

-          Jose, vine a hablar con la Dani, no quiero pelear.

-          Pero si nadie quiere pelear. Ven pasa ¿Quieres que seamos todas amigas?
-          No. Mejor me voy.

Al llegar al ascensor Daniela me tomó del brazo.

-          Hablemos mañana. Me dijo.

Acaricié su mano.

-          Lo único que quiero es seguir viéndote, aunque sea como amigas, aunque no me vuelvas a tocar, a besar, necesito tenerte a mi lado. Eres mi mundo entero. Sin ti, Daniela, yo me voy a morir. Le dije y entré al ascensor que justo abrió sus puertas.

Esperé todo el día siguiente su llamado. Ya en la noche le envié un mensaje ¿Sólo dime si podemos ser amigas? Me respondió con un frio “sí”. ¿Juntémonos? Le escribí. “Hoy no puedo, estoy con Tomás” me escribió. ¿Volvieron? No respondió ese último mensaje.

Esa noche no dormí. Era el fin de todo, ella de regreso a su mundo heterosexual. Yo siendo una simple espectadora de su vida.
A la mañana siguiente me llamó.

-          No volví con Tomás, vino a Santiago a conversar conmigo. Esa noche Josefina lo llamó y le contó todo. Nos debíamos una conversación. Fue sólo eso, me dijo.
-          Se me cortó la voz. Dani, te amo, le dije.

-          Agustina, no me digas eso, sólo te ofrezco mi amistad, nada más. De verdad.

-          Ven a verme Dani. Por favor. Como amiga te lo pido. Te necesito, me siento sola.

Cuando llegó me contó que Josefina no sólo había llamado a Tomás, también a su mamá. Fueron días de pesadilla.

-          Me costó que mi familia entendiera que fue sólo una confusión del momento. Me dijo.

-          Dani, por favor, no me digas eso, aunque lo sientas, no me lo digas que me rompes el corazón. No puedo haber sido un error una confusión, este amor que siento por ti es verdadero y no podría existir sin que fuera recíproco.

Me abrazó fuerte.

-          Yo te quiero Agus, mucho de verdad. Pero no te amo, estaba confundida. Por favor trata de entenderlo.

Me ardía el pecho, el estómago, la garganta. Tuve que luchar para contener las lágrimas. Intenté cambiar el tema. Le conté que tenía ganas de volver a estudiar. De comenzar haciendo un taller de creación literaria, quizás después entrar a la escuela de cine, a lo mejor podría dejar salir mis demonios a través del arte. Mientras hablábamos le hacía cariño en las manos. La piel se me erizaba de sólo tocarla. Nos quedamos en silencio un rato.

-          ¿No te pasa nada cuando te toco? Le pregunté.

-          Agus no nos hagamos esto. Deja las cosas así por el bien de todos.

-          Estoy segura de que todavía me quieres. De que sientes cosas por mí y mucho más fuertes de lo que crees que puedes manejar. Pero está bien. te voy a hacer caso. Solté su mano y nuevamente nos invadió el silencio.





miércoles, 8 de junio de 2016

Capítulo II (Segunda Temporada)

Pasé tres días fumando marihuana, comiendo y durmiendo, en ese orden. Sin ducha. Ni luz del día. Cortinas cerradas. Y mi play list sonando una y otra vez. Cada cierto rato entraba Vicente, primero sólo me miraba, pero ya al segundo día me aconsejó dejar de lamentarme e intentar arreglar la cagada que tenía en mi vida. Le tiré un almohadón y lo eché de mi pieza.

Si en ese momento pensaba que mi vida no podía ser peor era simplemente porque no tenía ni la menor idea de todo lo que pasaría después.

Estaba en medio de mi rutina de autocompadecimiento cuando apareció Daniela en mi departamento. Entró directo a mi pieza, aunque Vicente intentó detenerla pero era imposible, estaba fuera de sí.

-          ¿Así que me amas tanto que te acostaste con Josefina? Me dijo.

-          Yo fui el peor error de tu vida. ¿Qué me recriminas ahora? Le dije sin pensar.

-          Tienes razón. No sé a qué vine.

Salió de mi pieza. Me paré de un salto, la tomé de un brazo y la empujé hacia mí. Sólo quería abrazarla.

-          Perdóname Dani, por favor, por todo, perdóname.

Tomé su cara entre mis manos e intenté besarla sin éxito.

-          No Agus, no voy a cometer dos veces el mismo error. La Jose me perdonó, entendió como te metiste en mi cabeza. Pero no lo va a hacer dos veces y no la quiero perder. Además yo no soy lesbiana, nunca lo he sido. Ni siquiera sabría cómo enfrentar a mi familia. Lo nuestro fue una locura desde el inicio. No podemos estar juntas.

-          ¿A qué viniste entonces? Le pregunté.

-          No sé, necesitaba verte. Quizás podemos ser amigas.

-          ¿Amigas? ¿En serio? No Daniela, yo te amo, no puedo ser tu amiga. Eres la mujer que toda la vida esperé. En ti está la mitad de mi alma. No me pidas que sea tu amiga.

-          Entonces no vamos a poder vernos más.

Comenzó a alejarse, intenté aferrarme a su mano, me ardía el alma, tenía un nudo en la garganta, las palabras no salían. Dani, Dani, repetía una y otra vez con la voz ahogada. Ahí me quedé en medio del pasillo de mi departamento, viendo salir para siempre de mi vida a la única persona de la que alguna vez me enamoré.

Por primera vez, desde que salí de la casa de mis padres quería estar con ellos, necesitaba esos abrazos perdidos de mi mamá, esos besos para quitar las lágrimas de mi cara cuando era pequeña y me hacía alguna herida. Tenía el corazón roto en mil pedazos y todo era mi culpa. Nuevamente había boicoteado la mínima posibilidad de ser feliz.

Me imaginaba a Daniela y Josefina, tan amigas como siempre, riéndose de mí, odiándome, conversando de cada uno de mis defectos y de cómo interferí en sus vidas, en su amistad. Mis pensamientos no dejaban de torturarme. Sobre todo la idea me daba vueltas la idea de que mi Dani decidiera borrarme de su vida, eliminar nuestra historia, regresar con Tomás y dejarme simplemente como una anécdota, una historia negativa y oscura en su vida.

La verdad me costó entender esa visita extraña y fugaz sólo para recriminarme que me haya acostado con Josefina, sin dejarme hablar, explicarle nada desapareció.  

Cuando Daniela entró a mi departamento y se metió a mi pieza Vicente decidió salir a comprar cigarros para dejarnos solas un rato, se demoró poco porque le dio miedo dejarnos solas mucho tiempo. El único deporte que hacía era subir por las escaleras al departamento. Era un piso, por lo que yo siempre me reía de su gran ejercicio. Esa tarde como siempre estaba subiendo cuando salió Daniela del ascensor. No lo vio. Pero él la escuchó tomar el teléfono.

-          Ya está hecho. Veamos ¿qué pasa? Dijo.

Vicente decidió no contarme lo que había escuchado. Pero sí se prometió quedar atento a lo que podía ocurrir.






miércoles, 1 de junio de 2016

Capítulo I (Segunda Temporada)

Me quedé paralizada en la pequeña habitación, como en una película escuchaba a Josefina en el living.

-          Amigos, acabo de descubrir a mi polola y mi mejor amiga teniendo sexo en la pieza de servicio, no hay mucho más que decir. Les pido que se vayan por favor.

El silencio fue perturbador. Rápidamente todos dejaron el departamento. Yo de rodillas en el piso mientras Daniela se acomodaba la ropa para salir y enfrentar a Josefina. Al cruzar la puerta volteó, en su mirada no había amor, estaba vacía.

-          Este fue el peor error de mi vida. Me dijo. Y nuevamente me dio la espalda.

No se por cuánto tiempo me quedé ahí. Perdí la noción de todo a mí alrededor. En algún momento entró Vicente, se sentó en el piso a mi lado. Me abrazó lloré agarrada de su mano. Al salir Daniela y Josefina ya no estaban en el departamento.

Tenía la sensación de haberlo perdido todo, el vacío era indescriptible. Daniela era mucho más que una conquista, era la mujer para mí, era el amor de mi vida y por cobarde había tirado todo por la borda. No sabía qué hacer para arreglar el tremendo error que cometí.

Durante días llamé una y otra vez a Josefina sin respuesta. Necesitaba pedirle perdón, la culpa me estaba matando, además creía que era la única forma de recuperar a Daniela que tampoco contestaba mis llamadas.

Junté fuerzas, tome mi orgullo, lo guardé en un cajón y partí al departamento de Josefina, como el conserje me conocía me dejó pasar sin hacer preguntas. Estaba frente a su puerta, esperando conseguir su perdón o simplemente hablar, explicarle lo indefendible, lo imperdonable. Demoré varios minutos en tocar el timbre, millones de palabras giraban alrededor de mi cabeza pero no sabía qué decir, cómo empezar esa conversación que debí haber tenido con ella hace meses, antes de destruir su amistad, a ella, a Daniela y a mí.

Cerré los ojos, respiré profundo y llamé a su puerta. Al abrir me quedó mirando, sonrió irónica, agachó la mirada y me lanzó un cachetazo.

-          Eres una mierda de persona. O sea, yo sabía que eras así, pero meterte con mi mejor amiga terminó de coronarte como la lesbiana más asquerosa de este planeta. Me dijo. Y me cerró la puerta en la cara.

-          Josefina, pégame, insúltame, haz lo que quieras pero no me voy a mover de aquí, necesito que me escuches. Necesito que hablemos. Por favor. Dame 5 minutos.

Me senté en el piso al lado de su puerta. Debe haber pasado cerca de una hora cuando la volvió a abrir.

-          ¿Sigues acá? Me dijo. ¿Qué quieres?

-          Hablar. Pedirte perdón. Le respondí.

-          ¿Y volver conmigo también? ¿Qué nos casemos?

-          No Josefina. Necesito explicarte, ser por primera vez en mi vida honesta contigo, conmigo y con lo que siento. Déjame pasar por favor.

-          ¿Honesta tú? Reventándole la cabeza a minas heterosexuales, a  mi mejor amiga, como mi hermana. No me hagas reír. Tuviste tu trofeo ahora déjame en paz. Déjanos en paz.

-          Jose. Me enamoré. Nunca quise hacerte daño. Ni menos a la Dani, debí contarte lo que me estaba pasando desde un principio. Pero no me atreví. Fui cobarde, fui tonta, fui mala. Todo lo que piensas yo también lo pienso, por eso estoy aquí, necesito que me escuches.

-          ¿Tú enamorada? No me hagas reír. Eres incapaz de tener un sentimiento decente hacia nadie. Ahora ándate de mi casa o llamo a los pacos.

Intentó cerrarme nuevamente la puerta en la cara pero la empujé hacia adentro.

-          Me vas a escuchar. Le dije.

Comenzamos un manoteo, la tenía agarrada de los hombros con fuerza, ella me golpeaba la cara, mientras yo intentaba empujarla contra la pared para afirmar sus manos. Las dos llorábamos, nos gritábamos, hasta que las fuerzas no nos dieron. Josefina se agachó, la abracé, mientras una y otra vez le pedía disculpas. Tenía una punzada en el corazón, en la garganta y el estómago, apenas podía respirar, mi mente giraba, ya no había razón ni lógica. Esa tarde parte de mi alma quedó con Josefina, en sus lágrimas, en su dolor.


Ahí estábamos, abrazadas, llorando, Josefina intentando empujarme, cuando de un momento a otro lo consiguió, me tiró fuerte, de espalda al suelo y muy al contrario de lo que imaginé ocurriría se recostó sobre mí, tiró mi pelo, me pegó un cachetazo y me besó en los labios, con violencia comenzó a meter sus manos bajo mi polera. Intente levantarme, me empujó nuevamente. Desabrochó mi pantalón, metió sus manos y comenzó a bajar. No había razón ni lógica en lo que estaba pasando. Tuvimos sexo. Violento. Con rabia. Podía sentir su odio mientras me tiraba. Terminamos. Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas. Me miró fijamente. Sonrió con rabia y dijo: deja en paz a Daniela. Elimínala de este juego tortuoso que es tu vida. Si la amaras no te hubieras acostado conmigo. Tú eres sexo. No sabes nada de amor. Se vistió y me pidió que me fuera. Sin rencores, continuó. Tú no vales la pena. Ni si quiera para desgastarme odiándote. Todo bien. No te preocupes.