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lunes, 2 de diciembre de 2019

Capítulo VI (Tercera Parte)


A las 21:30 como todas las noches la madre de Daniela llamaba a los más pequeños a poner la mesa. Era el momento de conversar el día y compartir en familia. Daniela bajó en silencio, esperando el momento de poder conversar con sus padres, de poder contarles lo que estaba pasando con Agustina, quizás a ellos se les ocurriría una idea para ayudarla. Pero con sus hermanos ahí era difícil poder tocar el tema, así que esperó a que terminaran de comer y la madre los enviara a acostarse mientras su padre lavaba la losa.

-          Papá, mamá, necesito conversar con ustedes. ¿Podemos tomarnos un trago? Les tengo que contar algo y necesito que me ayuden.

El padre sacó una botella de whisky y sirvió tres vasos. Presentía que lo que se venía era para un trago fuerte. Los tres se sentaron en el living y Daniela tomó un largo bocado de aire, exhaló con fuerza y les contó lo que estaba ocurriendo con Agustina.

-          ¿Y esa niñita no tiene familia? Preguntó su padre, después de algunos segundos de un incómodo silencio.

-          No. Respondió Daniela. Vicente ya los llamó y le respondieron que se pudra en la cárcel, que no pensaban ayudarla. Continuó.

-          ¿Y tú qué quieres hacer Daniela? ¿Quedarte años esperándola? Intervino su madre. Es que por algo ni su familia la apoya, debe ser bastante problemática esa niñita, continuó la madre.

-          Su familia no la apoya porque es lesbiana. Replicó Daniela algo molesta. Y sí mamá, la quiero apoyar, ahora y toda la vida, yo la conozco y sé que es una buena mujer, sólo está perdida. No tiene apoyo, a nadie, solo a Vicente y a mí.

-          ¿Y qué quieres que hagamos nosotros? Preguntó su padre.

-          No se papá, que me ayuden, que me digan que hacer o por lo menos que me digan que me apoyan, que puedo contarles las cosas, que puedo confiar en ustedes.

-          No manipules Daniela, nosotros siempre te hemos apoyado, pero perdóname, no era precisamente nuestra idea de vida para ti que te emparejaras con una lesbiana narcotraficante. Aseveró molesto su padre.

-          ¿Y tú crees que esto estaba en mis proyectos de vida? Le respondió llorando Daniela.

La madre en un ánimo más conciliador le aconsejó a Daniela buscar un abogado para Agustina y muy a pesar de lo que esperaba para su hija ir a verla, llevarle lo que necesitara y apoyarla durante el proceso.

-          Por último, después ves si eres capaz de seguir cargando con una pareja como ella le dijo. Al tiempo que el padre se levantaba para servirse otro whisky con el ceño fruncido, notoriamente enojado.

-          En mi casa no vuelve a poner un pie. Le dijo, levantando bastante la voz.

Tomó su vaso y se encerró en su escritorio.

Daniela miró desconsolada a su mamá quien con un gesto le pidió que se quedara tranquila, como asegurándole que su padre se iba a calmar. Finalmente, a diferencia de Agustina la Dani tenía una familia que la quería y apoyada a toda costa, pasara lo que pasara.

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Aún no amanecía pero el frío despertó a Agustina, le costó unos minutos entender dónde estaba, miraba a su alrededor intentando enfocar la vista, en la cama de abajo aún dormía Fabiola. Frente a ella en los otros dos camarotes se escuchaban algunos ronquidos, agus prefirió no moverse y esperar a que poco a poco sus nuevas compañeras de cuarto comenzaran a despertar. La espera se le hizo larga, tenía hambre y ganas de ir al baño, pero no se atrevía a mover un solo músculo, poco a poco la fueron inundando la angustia y unas ganas incontrolables de llorar.

Fabiola despertó con sus gemidos ahogados, se levantó acarició su cabeza y la invitó a desayunar.

-          Primero vamos a ducharnos para agarrar agua caliente, le dijo.

Ambas se levantaron fueron al baño, se ducharon y partieron a los comedores a buscar un café y pan. Esa mañana ambas chicas se contaron prácticamente toda  la vida. Ante la historia de Fabiola, Agustina se sintió mal agradecida, débil y en resumen una pésima persona.

-          Tranquila rucia, a cada una le toca lo que puede soportar. Intentó reconfortarla Fabiola.

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Tres días después

Agustina estaba en el patio de su módulo conversando con algunas compañeras mientras compartían un cigarrillo cuando escucha su nombre a través de los altoparlantes. Miró desconcertada y algo asustada a las chicas. Ellas rieron y le explicaron que lo más probable fuera que la estaban llamando para la visita. La agus caminó hacia la gendarme que la llevó a una sala grande con rejas cubriendo las ventanas y varias mesas con sus respectivas sillas.

 Miró alrededor hasta ver a Daniela quien se puso de pie para saludarla tímidamente con un gesto de mano.

-          ¿Qué haces acá? Le dijo.

-          Vine a verte Agustina. Respondió Daniela.

-          Ándate Daniela, no te quiero volver a ver acá. Este no es lugar para ti y claramente yo no soy la mujer para ti. Dijo Agustina con seriedad.

Daniela tomó un respiro antes de comenzar hablar. Inhaló profundamente y replicó.

-          Mira Agustina, no estas ni en el momento ni en la posición de ponerte idiota y te guste o no voy a seguir acompañándote y apoyándote porque te amo. Porque no me voy a dar por vencida contigo. Así que déjate de pendejadas y hablemos de lo importante.

Agustina intentó continuar hablando pero Daniela no se lo permitió.

-          Mira agus. Estuve hablando con Vicente y se nos ocurrió llamar a la Anto ¿te acuerdas de ella? Era clienta del bar, creo que trabajó un tiempo ahí, su pareja es abogada y te puede ayudar. Ya hablé con ella y me dijo que mañana en la tarde te iba a venir a ver. Finalizó Daniela.

-          ¿Con qué plata Dani? Estas locas. Replicó Agustina.

-          Eso ya está arreglado. Así que tú no te preocupes. Y si de verdad no me quieres ver más: ok. Ningún problema, pero créeme que voy a seguir viniendo, a seguir trayéndote la encomienda* y a seguir preocupada de sacarte de aquí.

Ambas tenían los ojos llenos de lágrimas, se abrazaron y besaron mientras con la voz entrecortada Agustina le pedía disculpas y le rogaba que no la dejara sola. Daniela tomó su cara con ambas manos, le dio un beso suave y le dijo: “te amo como no imaginé que era capaz de amar y nunca te voy a dejar sola”.


·         La encomienda es un paquete de productos tanto comestibles como útiles de aseo que se le pueden entrar a los internos de una cárcel siendo estos autorizados por gendarmería.



Capítulo V (Tercera Parte)


“Tenemos que conseguirle un abogado”, fueron las primeras palabras de Daniela una vez terminada la audiencia en la que se lo controló la detención a Agustina. Vicente aún petrificado y agradeciendo internamente haber renunciado días antes al bar afirmó con la cabeza. Ambos bajaron en silencio intentando asimilar lo que acababa de ocurrir.

Caminaron en silencio hacia el metro, Daniela ya no podía contener las lágrimas. La imagen de su novia esposada, avanzando con la mirada perdida en el piso de aquel tribunal la atormentaba, hubiera dado su vida por sacarla de ahí por  llevársela a casa, por abrazarla y besarla, ¿cómo no me di cuenta antes? ¿Hubiera podido evitar todo esto de haber estado más atenta? Se culpaba, pero en el fondo sabía que no había nada que ella pudiera hacer.

Al despedirse Vicente la abrazó con fuerza y le pidió que no dejara sola a Agustina por lo menos hasta que pudieran sacarla de ahí. Ni por un momento a Daniela se le cruzó la idea de alejarse, no podía dejar a la mujer que amaba sola en medio de su peor pesadilla.

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El tiempo pasa lento cuando el miedo y la incertidumbre se apoderan de los pensamientos. Agustina continuaba sentada en las celdas del edificio de tribunales, un gendarme le dijo que debía esperar su traslado a la cárcel de mujeres en donde debía pasar algunos meses hasta esperar su condena.

En alguna hora de la tarde comenzó el traslado de los imputados en prisión preventiva, nuevamente la esposaron y la llevaron a través de unos pasillos subterráneos hacia un bus de gendarmería que la llevaría a su lugar de destino junto a otras mujeres. No sentía miedo, ya no sentía nada, era como si estuviera viviendo en un sueño del cual no podía despertar, escuchaba personas hablando, a su lado una joven no mayor que ella lloraba desconsolada por sus hijos, al cerrar los ojos solo podía ver a Daniela sentada en el tribunal, como si esa imagen fuera la única que podría recordar de ella.   

Al llegar a la cárcel nuevamente debió esperar en una pequeña celda junto a otras dos mujeres, hasta que horas o minutos más tarde, - la verdad ya no sabía -, llegó una gendarme que la hizo pasar a una pequeña habitación sin ventanas, decorada (si se le puede llamar así) con un escritorio y una silla de madera, dentro otra gendarme le dijo que debían clasificarla, le preguntaron algunos datos, como nombre y número de cédula de identidad, luego si tenía tatuajes y relatar cada uno de ellos. Agustina tenía tres, un unicornio en la espalda, un crucifijo en el pie y la frase “Al Is full of love” escrita en su antebrazo derecho.

Luego de eso le dieron un té y una marraqueta sola y la llevaron a su módulo, en el cuarto piso de un edificio antiguo que hedía a humedad.

A medida que avanzaba hacia su camarote, asignado por la gendarme a cargo del piso, escuchaba silbidos y comentarios de algunas reclusas.

-          Hola rucia, ¿Qué haces acá? ¿Se le perdió el Hyatt? Al tiempo que reían y se burlaban.

Agustina las miró con odio, sin pensar ni medir las consecuencias.

-          Se enojó la cuica, gritaron algunas.

Agustina agachó la cabeza. Era mejor no meterse en problemas. Miró su cama, en ella había solo un colchón roñoso, ni sábanas, ni menos frazadas, estaba sólo con lo que traía puesto de la noche anterior. Sin embargo, el frío era lo que en ese momento menos le importaba.

-          Hola, ¿cómo te llamaí? Le pregunto una chica.

-          Agustina.

-          Yo Fabiola. Toma, ocupa esta frazada y anda a lavarte los dientes, le dijo al tiempo que le entregó una bolsa de plástico con un cepillo de dientes y una pasta.

Agustina nunca se había sentado tan agradecida. Le sonrió al tiempo que le preguntaba dónde está el baño.  Fabiola la acompañó mientras le contaba las reglas del lugar.

Básicamente, respetar el aseo, limpiar y ser obediente con las más antiguas.

-          Así caeza e choclo vai a andar piolita aquí adentro.

A pesar del miedo, la angustia y la incertidumbre Agustina se sintió reconfortada con la presencia de Fabiola.


martes, 5 de noviembre de 2019

Capítulo IV (Tercera parte)


La oscuridad, el silencio y el terror se apoderaron de Agustina, en cuestión de segundos su vida se convirtió en una pesadilla de la que creía ya no podría despertar. Esta vez eran muros y rejas los que se le venían encima, ahí, en esa celda no habían ventanas desde las que pudiera saltar. Quizás debí haberlo hecho, pensó, debí haber cedido a mis instintos y abalanzarme sobre aquel ventanal que burlesco me incitaba a saltar, a dejarme caer al vacío, a terminar de una vez con todo. Pero ya era tarde. Ahora estaba muerta en vida.

En esa celda solitaria la noche parecía nunca acabar, durante varias horas intentó infructuosamente realizar una llamada, sin embargo los policías a su alrededor parecían no escucharla, hasta que una mujer de no más de 30 años se acercó a ella, apoyada entre los barrotes comenzó a hablarle. Al principio Agustina no entendía sus palabras, era como si estuviera balbuceando palabras en otro idioma, un lenguaje desconocido y distante, el alcohol y las drogas revoloteaban aún en su cabeza, sus manos temblaban, la visión se le había tornado borrosa, sentía náuseas y a la vez intentaba enfocar su atención en la sargento que le conversaba.

-          Hay cosas que yo por más que intente nunca voy a entender y esta es una de ellas ¿Me puedes explicar que hace una chiquilla como tu vendiendo cocaína? Dijo la mujer, mientras Agustina hacía esfuerzos sobrehumanos por no vomitar.

-          Necesito hacer una llamada, tengo derecho a llamar a alguien, con esfuerzo balbuceó Agustina.

-          Si claro, tienes todo el derecho a llamar a quien quieras, pero te estoy preguntando otra cosa. Continuó la sargento, ¿qué hacías en ese bar de mala muerte? ¿cómo te fuiste a meter en algo así?

Agustina se quedó en silencio, ella tampoco sabía bien en qué momento entró en ese túnel sin salida. La policía la quedó mirando fijo, como esperando una respuesta que en el fondo sabía no iba a llegar.

-          Bueno, acá está  tu celular, haz la llamada.

Rápidamente Agustina buscó a Vicente entre sus contactos, no quería preocupar a Daniela y estaba segura que sus padres jamás la ayudarían.

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Como hace años no ocurría Vicente dormía plácidamente cuando sonó su celular. Se despertó sobresaltado, miró la pantalla y al ver que era Agustina pensó en no contestar, de seguro quiere invitarme a un after, dejó el teléfono sobre su velador, se dio una vuelta y se dispuso a seguir durmiendo.

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-          No contesta, ¿puedo intentarlo de nuevo? Preguntó Agustina.

-          La última vez. Le respondió la sargento.

-          Gracias.

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Nuevamente el ringtone del celular despertó a Vicente, lo mejor era contestar, de seguro Agustina está en llamas carreteando y no me va a dejar en paz, pensó.

-          Estoy durmiendo, le dijo al contestar.

-          Estoy presa respondió Agustina. De fondo se escuchó la voz de la sargento: “detenida”. Bueno, detenida Vicente, estoy en la PDI.

Vicente se levantó de un salto.

-          ¿Qué pasó?

-          Se metieron al bar y pillaron cocaína que tenía Félix. Contestó Agustina.

-          Ya. Voy a llamar a tus papás y me voy para allá.

-          No por favor no los llames, estoy en la PDI de Infante, vente por favor, sácame de acá. Respondió Agustina. Al tiempo que la sargento la apuraba para que cortara el llamado.

Vicente quedó paralizado, no sabía qué hacer y aunque dudó unos segundos decidió llamar al padre de la Agus, sin embargo y tal como ella imaginó el hombre rechazó ayudarla.

-          Le di todo, educación, valores, cariño, una vida estable y ordenada, ella fue quien decidió irse de la casa, involucrarse con mujeres, no terminar la universidad y trabajar en ese antro y a pesar de eso seguí ayudándola económicamente. Ahora que se las arregle sola, de nosotros no va a saber más. Respondió el padre de Agustina y le cortó el teléfono bruscamente a Vicente que se quedó hablando solo.

Viejo de mierda desnaturalizado, pensaba el vicho mientras se vestía.

Al llegar a la PDI no pudo ver a Agustina, sí le dejaron entrarle una chaqueta para que se abrigara, ya estaba amaneciendo y hacía frío. Los policías le informaron que pasaría por la mañana a control de detención y le dieron un solo recado de la Agus: “no llames a Daniela” sin embargo, cerca de las ocho de la mañana Vicente no aguantó más y decidió avisarle, mal que mal era la novia de su amiga.

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Como todas las mañanas en la casa de Daniela estaba la familia sentada en el comedor de diario ubicado a un costado de la cocina tomando desayuno cuando suena su teléfono. Sintió un fuerte mareo y una punzada en el corazón al escuchar lo que Vicente le estaba contando. Se paró apresurada ante el asombro e inquietud de sus padres y salió corriendo para reunirse con Vicente en el Centro de Justicia.

Llegó con los ojos hinchados, apenas podía contener las lágrimas, abrazó a Vicente al tiempo que le preguntaba qué ocurrió. Lo único que él sabía es que la descubrieron vendiendo cocaína a un grupo de clientes del bar. Daniela quedó paralizada.

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Agustina estaba sentada en una banca de madera ubicada al fondo de la celda, tenía la mente en blanco, miraba fijamente una mancha en el piso cuando llegó un policía que le dijo con voz fuerte que se pusiera de pie frente a los barrotes de la reja, le pasaron un fétido chalequín amarillo desgastado que en su espalda decía en letras grandes IMPUTADO, y le ordenaron poner las manos de frente para esposarla, lo mismo hicieron en sus pies.

El traslado hacia el centro de justicia fue aterrador pero mucho más todo lo que ocurriría algunas horas después. Ingresó escoltada por gendarmes por un subterráneo donde la encerraron en otra celda, era más oscura que la anterior y el olor era indescriptible, frente a ella y tras un vidrio se le acercó una abogada, era quien la representaría durante la audiencia de control de detención. Agustina tuvo que relatarle todo lo ocurrido la noche anterior, cómo entregó el papelillo con cocaína a los clientes del bar, cuando encontraron el resto de la droga, dónde estaba. La abogada, hacía preguntas y Agustina respondía intentando ordenar sus ideas.

-          Está bien complicada tu situación, dos kilos de cocaína es tráfico y lo más probable es que te pidan prisión preventiva, sentenció la defensora pública ante la mirada de pánico de Agustina que aún intentaba caer en la realidad de lo que estaba ocurriendo.

Un par de horas más tardes llegó un gendarme para subirla a su control de detención. Al entrar a la sala de audiencia Agustina buscó con la mirada a Vicente quien la observaba intentando disimular su preocupación, luego vio a Daniela, con los ojos llenos de lágrimas al verla caminar esposada de pies y manos, no pudo sacarse esa mirada de la cabeza, todo a su alrededor se volvió turbio, se sintió caminando en medio de una espesa neblina. De repente escuchó una voz lejana que le hablaba insistentemente. Era la magistrado.

-          Señorita, señorita, ponga atención aquí ¿entendió los hechos por los cuales se le está formalizando? No le estoy preguntando si es culpable o no, solamente si entendió.

-          Agustina salió de su sopor y respondió que sí, aunque no había escuchado nada de lo que se habló.

-          Ok, dijo la magistrada. Ministerio público ¿medidas cautelares?

-          Debido a la gravedad del delito, la cantidad de drogas y la pena asignada a este vamos a solicitar prisión preventiva. Dijo el fiscal.

-          Defensa. Continuó la magistrado.

-          Esta defensa se opone en atención a que la imputada no cuenta con antecedentes penales anteriores, lo cual hace plausible entender que para ella este procedimiento terminará lo más probable en uno abreviado, lo cual significa que se impondrá una pena inferior a los 5 años lo cual la hace acreedora a la posibilidad de una condena en libertad, entendiéndose así que la prisión preventiva resulta extremadamente gravosa pudiendo cautelarse todos los fines del procedimiento con otra cautelar de menor intensidad como por ejemplo la del arresto domiciliario nocturno. Replicó la abogada.

-          Ok, oídas las partes, este tribunal va a resolver.

Agustina escuchaba a la magistrado sin entender más que un bla bla bla medida cautelar, bla bla bla peligro para seguridad de la sociedad, bla bla bla delito gravísimo como el tráfico de estupefacientes y lo peor y más chocante y que sí entendió claramente fue: se decreta la prisión preventiva para ambos imputados. Ni siquiera había notado que tenía a Félix a su lado. Lo miró de reojo, él observaba el suelo en silencio. Luego volteó hacia su abogada como esperando haber entendido mal.

-          ¿Qué significa? Le preguntó.

-          Que quedaste presa hasta nuevo aviso, respondió su defensora.

Un gendarme la hizo ponerse de pie para sacarla de la sala, no se atrevió a mirar a Vicente y Daniela que entre lágrimas la observaban desde el público.


lunes, 28 de octubre de 2019

Capítulo III (Tercera parte)


Llegué a mi casa cerca del mediodía del lunes, nunca había desayunado en familia me sentía rara y feliz. Ojalá podamos hacer esto mismo en nuestra casa le dije a Daniela mientras la acompañaba a la escuela de teatro aferrada a su mano. Ella sonrió. Hace algunos meses a ninguna de las dos ni siquiera se nos cruzó por la cabeza que terminaríamos como una verdadera pareja compartiendo con sus padres, despertando abrazadas, viviendo el día a día como si fuéramos una pareja normal, como si en mí hubiera algo de normal. Una normalidad que lamentablemente no duraría mucho tiempo.

Ese lunes en el que todo parecía un sueño hecho realidad acabaría de golpe tras regresar a casa. Una decisión cambiaría mi futuro para siempre.

Dejé en la puerta de su escuela a Daniela, nos besamos como si no hubiera nadie a nuestra alrededor, la miré subir las escaleras hacia la entrada y me regresé caminando, sonriendo, escuchando música y cantando como si nada ni nadie pudiera sacarme de ese paraje repleto de ilusiones en el que se estaba convirtiendo mi vida. Paso a paso iba construyendo una vida y un mundo, desayunos en la cama, almuerzos conversados, cocinando juntas, llegando por las tardes a contarnos el día, decorando juntas nuestro departamento, incluso nos imaginé adoptando un perro, invitando a sus padres a comer, noches interminables haciendo el amor, besos y abrazos hasta dormirnos.

Así llegué al departamento, Vicente y Andrea conversaban en el living mientras se tomaban unas cervezas, me senté en la alfombra frente a ellos, abrí una botella y les pregunté de qué hablaban.

-          Renuncié el bar. Dijo Vicente. Me ofrecieron un trabajo mucho mejor, más dinero, más tranquilidad y sobretodo menos peligros. Yo que tu Agus renuncio también. Continuó.

-          Ahora  que estas con Daniela deberías pensar en volver a estudiar, en buscarte un trabajo de día, en alejarte del copete y la coca. Agregó Andrea.

La verdad no había pensado en el bar ni el carrete durante varios días, Dani me hacía feliz, con ella me sentía completa, pero no era cosa de llegar y dejar el bar, aunque tampoco era una mala idea.

-          Lo voy a pensar, les dije.

-          No lo pienses, hazlo. Insistió Andrea.

-          Ok. En verdad tienen razón, debería irme de ahí, así no la cago de nuevo, pero igual voy a darle unos días a Félix para que encuentre gente. No podemos dejarlo botado los dos. Dije mirando a Vicente.

-          Bueno Agus, haz lo que quieras. Dijeron ambos casi a la par.

Luego les conté todos los detalles acerca de mi domingo con la familia de Daniela, de lo buenas personas que eran y de lo feliz que por primera vez en años estaba. Conversamos toda la tarde, pedimos unas pizzas para celebrar el nuevo trabajo de Vicho y ya entrando la noche llegó Daniela que se pudo feliz cuando le conté que estaba pensando dejar el bar, nunca le gustó el ambiente y no le tenía confianza a Félix, lo culpaba a él de todos mis excesos, porque aunque intentaba bajarle el perfil a la situación y simplemente mirar para otro lado, sabía que yo ahí consumía cocaína, lo que nunca imaginó es que fuera tanto y menos hasta donde estaba involucrada con todo lo que ocurría en el lugar. Le prometí que le daría una semana para que consiguiera un nuevo equipo de trabajo y luego buscaría algo que me mantuviera alejada del carrete. Vicente y Andrea apoyaron completamente mi decisión. Por primera vez mis mejores amigos y mi novia estaban completamente de acuerdo. La noche continuó entre cervezas, pizzas, conversaciones y risas.

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Ese miércoles abrimos como siempre a eso de las 8, como sabíamos que sería una noche lenta nos preparamos unas piscolas y un par de rayas para animarnos y como decía Félix “compartir” (bueno es mi despedida de los jales pensé mientras inhalaba ese polvo blanco que durante años me dio de todo, alegría, éxtasis y también dolor).

A eso de las 9 de la noche llegaron las primeras mesas, en una había un grupo de viejos clientes del local y en la otra una pareja a la que nunca habíamos visto. Ella pidió una copa de champagne y él un ron con coca cola, me llamó la atención que a pesar de que pasaba el rato apenas tocaron sus tragos. Pero bueno, no todos eran como yo o los clientes habituales, la gente hace durar sus copas, pensé. Al tiempo que iba a la cocina, me armaba unas líneas y conversaba con Félix. En eso, la pareja me pregunta si tenemos algo para comer.

-          Hoy está cerrada la cocina, le respondí.

-          Estás bien dura, me dice ella.

Sólo atiné a reírme de manera nerviosa, al tiempo que el grupo de la otra mesa me pedía otra ronda. Félix me mandó los tragos con dos bolsas de cocaína que dejé disimuladamente bajo una servilleta. Al regresar a la barra la pareja se pone de pie, sacaron sus armas y gritando nos ordenaron acostarnos en el suelo.

-          Al suelo, al suelo mierda, manos sobre la cabeza. Gritaban al tiempo que entraban 4 policías armas en mano.

Todo se tornó borroso, mi mente estaba en blanco. Los gritos, las armas, los susurros, Félix recostado a mi lado. Los otros clientes. La policía registrando el lugar.

-          Abre las piernas me ordenaba una mujer, al tiempo que violentamente me las separaba, comenzó a tocarme a registrar mis bolsillos. Dos paquetes chicos tiene la princesa dijo en voz alta.

-          Y este otro ladrillo replicó alguien a sus espaldas al tiempo que lanzaba sobre mi espalda uno de los paquetes que Félix guardaba en la cocina. Sentí una fuerte patada en las costillas. 

-          De pie. Gritaban. Pero a esas alturas ya no estaba segura si me lo decían a mi. 

-      Párate mierda. Manos en la espalda. Sentí las esposas frías envolver mis muñecas, estaba mareada. Aterrada. Alguien tomó mis brazos con fuerza y me puso de pie. 

De ahí todo se volvió silencio. Esta vez sí había cruzado al otro lado de la línea.