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martes, 4 de febrero de 2020

Capítulo Final

Daniela aún no entendía mucho lo que en ese momento estaba sucediendo, iba en silencio sosteniendo la mano de Agustina que miraba por la ventana del auto como reconciliándose con las calles de una ciudad que la vio crecer y destruirse al mismo tiempo. Ninguno de los tres emitió palabra alguna hasta llegar a casa. La madre de Daniela los recibió en la puerta, le dio un fuerte abrazo de bienvenida a Agustina y los invitó a pasar a la terraza donde tenía preparado un pequeño cóctel antes de servirles la comida.

Agustina tímidamente les pidió utilizar la ducha, necesitaba dejar atrás esos casi cuatro meses en prisión. Al entrar al baño y luego de prender el agua lloró como nunca antes lo había hecho, de felicidad y miedo a la vez. La vida le estaba regalando una segunda oportunidad y esperaba esta vez ser capaz de hacer las cosas bien.

Mientras la esperaban Daniela aprovechó de preguntarles a sus padres ¿qué los había hecho cambiar de opinión? No entendía bien lo que estaba pasando, y aunque estaba agradecida del cambio de actitud de sus padres, necesitaba saber de qué se trataba todo esto. Su padre le contó acerca de la conversación con el de Agustina, de la forma en que se refirió a ella, casi queriendo decir que porque le enviaba dinero ella debía estar agradecida de él. Le contó también que no la volverían a ayudar, que el hombre a gritos le dijo que ahora estaba sola y que era una vergüenza para la familia. Le dejaron claro que para ellos aceptar a Agustina en sus vidas y en su casa no fue una decisión fácil de tomar, que lo conversaron durante semanas, pero que al darse cuenta de cuánto ellas se amaban tomaron la decisión de darle una oportunidad, “mal que mal es nuestra nuera”, le dijo la madre con ternura. Ahora todos debían preocuparse de ayudarla a salir adelante, de que lograra encontrar un camino en la vida.

Al salir del baño Agustina llamó a Daniela para que le prestara algo de ropa, primero le pasó un vestido que la agus miró con cara de ¿en serio quieres que yo use esto? Ambas rieron divertidas y le pasó un short y una polera, luego se besaron apasionada y apuradamente. Agustina metió toda la ropa que llevaba en una bolsa y le hizo caso al último consejo de Fabiola, pidió usar la parrilla para quemar todo lo que traía puesto desde la cárcel. Luego se sentó al lado de Dani que la abrazó con ternura. Esa noche no hablaron de los últimos meses ni del futuro, sólo hicieron sentir a Agustina como un miembro más de la familia, y ella aunque agradecida de la hospitalidad, lo único que deseaba realmente era tener a Daniela entre sus brazos.

Por fin llegó ese momento, la familia se fue a dormir, ahora sí podrían estar a solas. Al llegar a la habitación Agustina abrazó a Daniela por la cintura y la besó profundamente, acariciando su cuello y rostro como si fuera la primera vez que la tocaba. Daniela se aferró a su espalda levantándole la polera.  Con calma y suavidad fueron sacándose cada prenda al ritmo de sus respiraciones de sus latidos, disfrutando de cada suspiro, cada roce, cada beso, cada abrazo.

Con los labios fueron recorriendo cada detalle de sus cuerpos, la pasión las desbordaba, hasta ese momento ni siquiera ellas habían logrado dimensionar cuánto se extrañaban y necesitaban, es que cuando estaban juntas y a solas el mundo desaparecía, eran solo ellas envueltas en un universo de amor y deseo. Y así, se quedaron dormidas, desnudas y aferradas la una a la otra como advirtiéndole a la vida que nada ni nadie jamás las volvería a separar.

A la mañana siguiente las despertó la madre de Daniela quien en un descuido entró sin tocar la puerta, un grito ahogado salió al unísono de las tres, al tiempo que la mamá dejaba la pieza pidiendo una y otra vez disculpas. A los minutos ambas chicas bajaron a desayunar y al ver a los padres de Dani riéndose a carcajadas de la situación se les subieron los colores al rostro.

- Niñas necesito conversar con ustedes, dijo en un tono más serio el padre.

Ambas lo miraron en silencio.

- A ver, ya está terminando el año y tú Daniela lo perdiste, pero me imagino que el próximo vas a volver a terminar tus estudios. Y me gustaría saber qué quieres hacer con tu vida Agustina. Espero que dentro de esta semana vayas a buscar tu fecha para comenzar tu libertad vigilada y los tratamientos que te exigieron, pero además de eso ¿hay algo que quieras hacer, estudiar?

- Voy a buscar trabajo. Dijo Agustina tímidamente.

- Ya. Buscar trabajo, de qué, ¿por qué no mejor piensas en estudiar algo? Continuó el padre.

- Sí me gustaría terminar comunicación audiovisual y fotografía que es lo que estaba estudiando, hasta que me salí, continuó la chica.

- Ok. Me parece bien y que trabajes también, pero ojo, en bares nunca más. Agregó la madre.

Ambas chicas asintieron con un gesto de cabeza. Luego desayunaron y se prepararon para ir a visitar a Vicente y Andrea.

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Departamento de Vicente 

Al llegar ambas chicas se llevaron la sorpresa de sus vidas, frente a ellas, sentada al lado de Andrea estaba Josefina, con los ojos llorosos y mirada culpable. Daniela se abalanzó frente a ella insultándola y gritándole.

- Eres un real pedazo de mierda, hija de puta, te juro que te voy a matar, ¿qué haces aquí? Aullaba al tiempo que Agustina sin entender mucho intentaba detenerla.

De pronto y en medio del griterío Agustina cae sobre un sillón…

- ¿Fuiste tú? Le pregunta con tristeza y en voz baja. ¿Fuiste tú? Nuevamente ahora alzando la voz. ¿Tú nos denunciaste? Repite nuevamente con un tono calmado frente al silencio del grupo de amigos.

Josefina intenta dar explicaciones que se vuelven inaudibles para Agustina. Todo a su alrededor daba vueltas. Sentía náuseas, mareos, se tapaba la cara con las manos apretándose los ojos. Quería llorar, gritar golpearla, pero no podía moverse, estaba paralizada, exactamente la misma sensación que tuvo el día en que la dejaron en prisión preventiva.

- ¿Ustedes sabían? Le preguntó al grupo.

- Nos enteramos ayer, respondió Daniela.

- ¿Ya obtuviste tu venganza? ¿Estas tranquila, feliz? Le preguntó con odio en la mirada a Josefina.
- Agustina perdóname, nunca me imaginé que ibas a terminar en la cárcel. Le dije lo que hacían en el bar a un conocido PDI sólo porque estaba enojada contigo, no pensé que iba a pasar esto. Dijo Josefina.

- Por favor ándate, desaparece de nuestras vidas. Replicó Daniela. No quiero saber nunca más de ti, no puedo creer como fui tan amiga y durante tantos años de una persona como tú. Eres manipuladora, destructiva, egocéntrica y egoísta. Ándate, desaparece. Terminó gritando Daniela al tiempo que sacaba a empujones a Josefina del departamento.


Agustina prendió un cigarro, miró a sus amigos y les pidió que de esto no se enterara Félix.

- Le quedó debiendo mucho dinero a los jefes y adentro escuché que por menos puede correr sangre, déjenla a ella con su vida miserable y con su conciencia. Igual nosotras le hicimos daño y esta fue su venganza. Sentenció Agustina.

- Ahora estamos juntas y eso es lo que importa. Agregó Daniela. Mientras Vicente y Andrea asentían levantando sus pulgares.

Los cuatro chicos abrieron una botella de champagne, sirvieron las copas y brindaron por la nueva vida, obviamente Vicente fue el  primero en pedirle detalles de su paso por la cárcel a Agustina, jactándose entre risas de que era el único de sus cercanos que tenía una amiga ex presidiaria. Andrea lo golpeó con un cojín al tiempo que le dijo que era demasiado pronto para reírse, recibiendo el apoyo de Daniela.

Cerca de las nueve de la noche las llamó por teléfono la mamá de Dani para que regresaran a casa, ya se hacía tarde y debían llegar a comer, las estaban esperando. Se despidieron rápidamente de sus amigos y emprendieron de la mano el regreso a casa. Agustina no acostumbraba a tener horarios, menos a seguir reglas y normas, en silencio se cuestionaba si era capaz de mantenerse aferrada a la mano de Daniela, de continuar por el camino correcto, en realidad de comenzar a recorrerlo, quería con todas sus fuerzas mantenerse ahí, es que ya sabía lo que era estar al otro lado de la línea.