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miércoles, 8 de junio de 2016

Capítulo II (Segunda Temporada)

Pasé tres días fumando marihuana, comiendo y durmiendo, en ese orden. Sin ducha. Ni luz del día. Cortinas cerradas. Y mi play list sonando una y otra vez. Cada cierto rato entraba Vicente, primero sólo me miraba, pero ya al segundo día me aconsejó dejar de lamentarme e intentar arreglar la cagada que tenía en mi vida. Le tiré un almohadón y lo eché de mi pieza.

Si en ese momento pensaba que mi vida no podía ser peor era simplemente porque no tenía ni la menor idea de todo lo que pasaría después.

Estaba en medio de mi rutina de autocompadecimiento cuando apareció Daniela en mi departamento. Entró directo a mi pieza, aunque Vicente intentó detenerla pero era imposible, estaba fuera de sí.

-          ¿Así que me amas tanto que te acostaste con Josefina? Me dijo.

-          Yo fui el peor error de tu vida. ¿Qué me recriminas ahora? Le dije sin pensar.

-          Tienes razón. No sé a qué vine.

Salió de mi pieza. Me paré de un salto, la tomé de un brazo y la empujé hacia mí. Sólo quería abrazarla.

-          Perdóname Dani, por favor, por todo, perdóname.

Tomé su cara entre mis manos e intenté besarla sin éxito.

-          No Agus, no voy a cometer dos veces el mismo error. La Jose me perdonó, entendió como te metiste en mi cabeza. Pero no lo va a hacer dos veces y no la quiero perder. Además yo no soy lesbiana, nunca lo he sido. Ni siquiera sabría cómo enfrentar a mi familia. Lo nuestro fue una locura desde el inicio. No podemos estar juntas.

-          ¿A qué viniste entonces? Le pregunté.

-          No sé, necesitaba verte. Quizás podemos ser amigas.

-          ¿Amigas? ¿En serio? No Daniela, yo te amo, no puedo ser tu amiga. Eres la mujer que toda la vida esperé. En ti está la mitad de mi alma. No me pidas que sea tu amiga.

-          Entonces no vamos a poder vernos más.

Comenzó a alejarse, intenté aferrarme a su mano, me ardía el alma, tenía un nudo en la garganta, las palabras no salían. Dani, Dani, repetía una y otra vez con la voz ahogada. Ahí me quedé en medio del pasillo de mi departamento, viendo salir para siempre de mi vida a la única persona de la que alguna vez me enamoré.

Por primera vez, desde que salí de la casa de mis padres quería estar con ellos, necesitaba esos abrazos perdidos de mi mamá, esos besos para quitar las lágrimas de mi cara cuando era pequeña y me hacía alguna herida. Tenía el corazón roto en mil pedazos y todo era mi culpa. Nuevamente había boicoteado la mínima posibilidad de ser feliz.

Me imaginaba a Daniela y Josefina, tan amigas como siempre, riéndose de mí, odiándome, conversando de cada uno de mis defectos y de cómo interferí en sus vidas, en su amistad. Mis pensamientos no dejaban de torturarme. Sobre todo la idea me daba vueltas la idea de que mi Dani decidiera borrarme de su vida, eliminar nuestra historia, regresar con Tomás y dejarme simplemente como una anécdota, una historia negativa y oscura en su vida.

La verdad me costó entender esa visita extraña y fugaz sólo para recriminarme que me haya acostado con Josefina, sin dejarme hablar, explicarle nada desapareció.  

Cuando Daniela entró a mi departamento y se metió a mi pieza Vicente decidió salir a comprar cigarros para dejarnos solas un rato, se demoró poco porque le dio miedo dejarnos solas mucho tiempo. El único deporte que hacía era subir por las escaleras al departamento. Era un piso, por lo que yo siempre me reía de su gran ejercicio. Esa tarde como siempre estaba subiendo cuando salió Daniela del ascensor. No lo vio. Pero él la escuchó tomar el teléfono.

-          Ya está hecho. Veamos ¿qué pasa? Dijo.

Vicente decidió no contarme lo que había escuchado. Pero sí se prometió quedar atento a lo que podía ocurrir.






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