Sus ojos aún
brillantes por las lágrimas, en mis manos su olor. Mientras la tenía ahí,
acorralada entre mi cuerpo y el muro abrí su pantalón, metí mis manos en su
interior y la masturbé. Rápido, un poco brusco entre el apuro y la adrenalina.
Luego, llevamos en ejecución el plan de escape.
El baño del bar daba
en línea recta hacia la barra, a la derecha un muro y a la izquierda la mesa en
la que estaban Josefina y sus amigas.
La estrategia: salir
lo más rápido posible, vista al frente directo a la barra, entrar por el
costado y luego ir hacia la cocina, todo por supuesto rezando para que la Jose
no nos viera. Algunos minutos después Daniela regresaría donde sus amigas.
Exitosa pero con
culpa regresó a la mesa, Andrea que vio y se dio cuenta de todo lo que ocurría
me siguió a la cocina.
- Te pasaste, me
dijo, superaste mis expectativas. No lo puedo creer. Me dijo entre risas.
- Andrea, córtala, le
respondí.
- Suma una tercera y
todas felices. Continuó.
- No, le dije.
Aguantando las ganas de continuar con el juego en el que había quedado con Daniela.
Pero promesas eran promesas y no cedí ante Andrea. Que insisto era una mujer
irresistible.
- Mira, te enamoraste
parece. Pero ¿se puede saber de cuál de las dos?
- Andrea, por favor
no me molestes. Estoy vuelta loca por la Daniela y ya voy a solucionar todo
esto.
Se fue, sin hacer más
preguntas, total y absolutamente divertida con la situación que estaba
viviendo.
El paso siguiendo fue
recomponerme y salir a dar la cara tal cual lo hizo Daniela. Una línea de
cocaína primero, medio vaso de ron al seco y lista para seguir con la fachada
de la polola perfecta.
Salí de la cocina y
sonaba True Love de Pink, una de mis
cantantes favoritas y el tema, bueno daba justo en el clavo pero para mí
historia con Daniela, el amor y odio que ella sentía por mí eran innegables.
Pero creo que yo no tenía toda la culpa. Ella pudo alejarse desde un principio.
A penas me acerqué a
la mesa Josefina se paró de un brinco.
- Dónde estabas? Te
extrañé, me dijo.
- Entre la cocina y
la barra sacando pedidos, le respondí.
Me abrazó y besó.
Luego al oído me dijo que quería que terminara luego mi turno para llegar al
departamento. Finalmente, sí tendría el cierre a lo que hice en el baño con
Daniela. Aunque no estaba enamorada de la Jose, era innegable nuestra
atracción. Sexo para mí, hacer el amor para ella.
Mire de reojo a
Daniela que hablaba con una de sus amigas evitando levantar la vista hacia
nosotras. Minutos después dijo que se sentía mal, que se le habían pasado las
copas, pidió un taxi y se fue.
“No puedo más con
esto” fue el mensaje que recibí al rato en mi celular. Decidí no responderle. Darle
su espacio. Ya habíamos conversado en el baño. La decisión ahora estaba en sus
manos. Seguíamos con esto o todo llegaba a su fin.
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