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miércoles, 3 de febrero de 2016

Capítulo II

No me daba el cuerpo para tener más sexo, no tenía ganas, quería dormir, descansar, olvidarme del carrete, de la noche, de las luces azules, de las drogas y el copete, para mí recién se acababa la jornada, no quería saber nada del mundo, a eso súmenle el mareo, las ganas de vomitar y la angustia. Pero ahí estaban esas manos buscando mi cuerpo, la famosa mañanera  porque era de día.

No sé a qué hora llegó a mi casa, seguro se vino del bar con Vicente esperando que yo estuviera ahí. Se acostó en mi cama a esperarme y se quedó dormida. Cuando llegué despertó, como no éramos pareja, ni nada parecido no estaba enojada por la hora en que me digné a aparecer. Todo lo contrario, quería sexo, para eso me fue a buscar.

La verdad, me costó varios minutos saber quién era. Mi pieza estaba oscura, con las cortinas blackout abajo, la intentaba mirar fijo, pero la veía doble, mi cara debe haber sido un espectáculo, me dijo soy la Andrea. Qué Andrea, qué Andrea, qué Andrea, recorrían diferentes rostros por mi mente, no lograba relacionar su cara con su nombre, hasta que como un flash divino me acordé. Meses atrás habíamos tenido un cuento, una noche de sexo recorrido y furibundo,- como dice Vicente, mi compañero de departamento y mejor amigo de la infancia, ambos desarraigados de nuestras familias, de eso les contaré más adelante-.

El ¿qué haces aquí? Me salió del alma. La verdad fui bien desagradable, ella me miró extrañada, entre impactada y molesta. Habíamos quedado de juntarnos, me dijo. Yo no tenía ni la más puta idea de a qué se refería. ¿Yo la invité a mi casa? Y bueno, podía ser, todo era posible en mi mundo. Volvió a insistir, intentaba levantarme la polera, tocarme, metía sus manos bajo mis calzones. Tomó una de mis manos y las puso bajo los de ella.

Listo, cansancio olvidado, no me acordaba cuando le había dicho que nos juntáramos, pero en ese preciso momento supe por qué, era una mujer maravillosa increíblemente atractiva y sexy. Me envolvió en su cuerpo, yo a ella en el mío, nuestras respiraciones se sincronizaron, besos suaves, el roce de nuestros labios, recorrí cada espacio de su piel suave, cada rincón, lento, agitadas, escuchándonos y sintiéndonos.

Después de un rato, no sé cuánto, les mentiría estaba agotada, relajada, sonriente, me abrazó y así me quedé dormida. En algún momento ella se levantó y se fue, no tengo idea a donde, ni que hacía por la vida. Seguro por la edad debe haberse ido a la universidad. La verdad no lo sé.



Claro que al despertar la cosa no fue tan maravillosa, me dolía todo, la cabeza, el cuerpo, la angustia reapareció, el corazón me latía  a mil por segundo. Abrí las cortinas de mi pieza y ya estaba oscuro, llovía a cántaros y el frío era intenso. Una sensación comenzó a oprimirme el pecho, sentía que las paredes de mi habitación se abalanzaban hacia mí, que me impulsaban a lanzarme por la ventana. Claro que vivía en un segundo piso, no iba a sacar mucho más que un par de moretones y algún hueso quebrado. Así que obviamente contuve el impulso, en vez de eso, decidí salir, ir al bar. Tomarme un par de tragos y dejar todos esos sentimientos guardados en el fondo de mi mente. Caminé cerca de una hora bajo la lluvia, ya estaba completamente oscuro, nunca me imaginé que esa noche cambiaría completamente el curso de mi vida.

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