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domingo, 26 de enero de 2020

Capítulo X (Tercera Parte)

Tres meses y medio de Agustina en la cárcel – Casa de Daniela

Daniela se paseaba como alma en pena por su casa, la relación con sus padres estaba menos tensa, sin embargo, aún no la dejaban ir a ver a Agustina, sólo mantenerse informada de los avances de su causa a través de Vicente y la abogada. Cada día la extrañaba más, por la noches se dormía añorando poder en sueños trasladarse  hasta ella, se imaginaba juntas recostadas sobre la cama conversando, planeando el futuro, viajes, estudios, trabajo, formando un hogar de las dos, una familia. 

Durante el día intentaba matar las horas leyendo o viendo televisión por lo general con la mente plantada en Agustina. Fue en uno de esos momentos que aparecieron en la puerta de su habitación Vicente y Andrea, en sus semblantes se notaba la rabia y la preocupación. Daniela se sentó sobre su cama y los hizo pasar. 

Los jóvenes sin preámbulos le lanzaron un balde de agua fría: fue Josefina quien denunció el movimiento de drogas en el bar, fue ella quien le contó al novio de una de sus amigas de la Universidad perteneciente a la PDI (policía de investigaciones) que Félix y Agustina le vendían cocaína a los clientes. Fue la misma Josefina quien en un ataque de honestidad y mucha culpa le confesó a Andrea lo que había hecho. Jurándole que jamás imaginó que sus palabras terminarían con ambos en la cárcel: “Sólo me estaba desahogando, contándoles a mis amigos como la Agus me fue infiel, el daño que me hizo y entre medio les dije que era una drogadicta y narco de el bar pero de verdad fue de rabia y frustración nada más, no fue para que pasara todo lo que pasó” Parafraseo Andrea las palabras de Josefina. 

Daniela se tapaba la cara con las manos, no podía creer lo que estaba escuchando, es que a pesar de todo Josefina fue durante toda su vida su mejor amiga, y aunque asumía que ella fue la primera en traicionarla al enamorarse de Agustina le era imposible comprender ese nivel de maldad, de daño. 

- Por favor que Félix no se entere de esto porque la va a matar, les dijo a ambos. 

- Se entera y corre sangre, afirmó Vicente. 

- Yo creo que esto lo podemos arreglar entre nosotros sin que ninguno de los dos se entere, continuó Andrea. 

- Esto me lo dejan a mí. Sentenció Daniela. Que en realidad no sabía qué hacer, solo sentía unas ganas incontrolables de matar a Josefina. 

En eso apareció el padre de Daniela quien venía por primeras vez en meses totalmente sonriente. 

- ¿Ya le contaron? Preguntó mirando a Vicente. 

- No, lo estábamos esperando a usted, respondió el joven. 

- ¿Qué pasa ahora? No me asusten saltó Daniela. 

- Vístete que vamos a salir. Respondió su padre. 

Daniela no tenía ganas de hacer nada, sólo de ir a casa de Josefina y arrancarle los ojos, sin embargo y ante la insistencia de todos en su habitación, incluida su madre que desde la puerta la animaba a levantarse, se puso unos jeans y un chaleco que tenía sobre una silla. 

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A las 20 horas de esa tarde. En la cárcel. 

Se supone que debía estar contenta, por fin acababa esa pesadilla, sin embargo en su interior guardaba un extraño sentimiento. Fabiola no tenía tanta suerte y lo más probable es que su condena duraría varios años y tampoco alcanzó a despedirse de Dara. 

Besos, abrazos, golpecillos en la espalda y varios “no te quiero ver nunca más por aquí” acompañaron a Agustina en su camino hacia la calle. Por fin, estaba en libertad, por fin volvería a ver a Daniela. Por momentos el miedo la inundaba ¿sería capaz de hacer las cosas bien? ¿De cumplir el trato con el padre de su novia? Inmediatamente frente a las dudas buscaba en su memoria las palabras que tantas veces le repitió Dara: “nada es imposible si lo deseas con fe y desde el corazón”. 

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Casa de Daniela, esa misma tarde

Daniela los echó a todos de su pieza con la excusa de que la dejaran vestirse, tomó su teléfono y llamó a Josefina, después de varios repiques la llamada pasó a buzón de voz: 

- Además de mierda eres una cobarde, ni siquiera te atreves a responderme el teléfono. Te juro Josefina que esto no te lo voy a perdonar en mi vida y ten cuidado porque todo el daño que uno hace se devuelve y con creces. Dijo gritando para luego cortar. Al tiempo que se escuchaban los gritos de su padre intentando apurarla.

Daniela bajó las escaleras desganada, no quería salir de casa. Vicente y Andrea se despidieron apurados.

- Llámanos en la noche cuando llegues, le dijo Andrea. A lo que Daniela asintió con un movimiento de cabeza. 

Se subió al auto con su padre mientras la madre y hermanos los observaban desde la puerta. 

- ¿Papá adónde vamos? No tengo ganas de salir. 

- A dar una vuelta, necesito conversar contigo de algo importante. Respondió su padre. 

Daniela permaneció en silencio, mientras su padre manejaba alejándose cada vez más del barrio y la casa hasta llegar a la cárcel de mujeres donde estaba Agustina. 

- ¿Qué hacemos aquí papá? Preguntó Daniela. 

Su padre le tomó la mano acariciándole los dedos. 

- Hija pasó algo. 

- ¿Qué? Preguntó la joven con pánico en el rostro. 

- Es mejor que lo veas por ti misma. Respondió el padre apuntando la mirada hacia la puerta principal de la cárcel. 

Al voltear Daniela vio salir a Agustina desde el gran portón que por meses las mantuvo separadas. Miró asombrada a su padre quien le hizo un gesto para que bajara del auto y fuera a encontrar a su novia que miraba de un lado a otro como desorientada. 

Al verse ambas corrieron para abrazarse, se miraron como reconociéndose, Agustina acarició suavemente el rostro de Daniela quien se acercó para darle un apasionado beso. Se sentía como despertando de la peor de sus pesadillas. Su corazón latía fuerte, las lágrimas comenzaron a correr por los rostros de ambas chicas, que sonreían repitiendo una y otra vez “te amo” un te amo que sabían duraría toda la vida. 



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