8:30 am y aún no
lograba conciliar el sueño, llevaba una semana así, desesperada, sin saber nada
de Daniela, fui varios días a su escuela pero no estaba, sus compañeros me
dijeron que no se aparecía en clases hace varios días, ellos también estaban
preocupados. Incluso llamé a Josefina pero no me contestó el teléfono. La
angustia me estaba matando. Pensé incluso en llamar a comisarías y hospitales,
llegué a pensar que estaba muerta o que tuvo un accidente ¿pero cómo nadie me
iba a avisar? Nooo me repetía, es imposible. ¿Habré hecho algo que le molestó?
Me lo estaba cuestionando todo.
Mi mente desvariaba
entre todos los posibles escenarios que justificaran su desaparición cuando
sonó mi celular. Al ver su nombre en la pantalla sentí una mezcla de alivio,
miedo y rabia.
-
Aló. Dije con ganas de llorar.
-
Perdona Agustina, comenzó a balbucear
Daniela. Perdóname por no haberte llamado. Continuó.
Me quedé en silencio un
momento.
-
Agus, amor, sé que debes estar enojada,
te entiendo, yo también lo estaría, pero por favor escúchame, tengo muchas
cosas que contarte, estos días han sido terribles. ¿Puedo ir a tu casa?
-
Vente. Respondí con voz seca.
No deben haber pasado
más de 20 minutos cuando llegó Daniela, me estaba saliendo de la ducha, aún no
me vestía. La hice pasar a mi pieza ya que Vicente aún dormía. Intentó darme un
beso pero le corrí la cara, ya a esas alturas la preocupación se había
convertido en enojo ¿a quién en su sano juicio se le ocurre desaparecer así?
Pero intenté mantener la calma, quedarme en silencio y dejarla hablar.
La historia del
repentino amor de Josefina me pareció extraña. Algo está tramando le dije.
Daniela ya no sabía qué pensar. Mi primer impulso fue llamarla, insultarla,
amenazarla, obligarla a alejarse de mi vida, de mi novia, del bar y de mis
amigos, pero no lo hice sólo porque Dani me lo pidió. Sin embargo, una extraña
sensación quedó rondando en mi interior.
Durante un par de
semanas las cosas se mantuvieron en calma, Daniela se pasaba después de clases a
mi departamento, a veces cuando tenía ensayo yo me iba a acompañarla un rato a
su escuela que quedaba a algunas cuadras del bar. Luego, según el día me iba a
trabajar o juntas a tomar un trago, algo tranquilo y hasta temprano, yo estaba
tratando de hacer las cosas bien, de mantener distancia con la cocaína y el
exceso de alcohol, lo que no era fácil debido al “negocio” de Félix, que
guardaba en una rejilla de desagüe en la cocina la droga que vendía durante la
noche, yo lo ayudaba dividiéndola en bolsas de 1 gramo a cambio de consumo
ilimitado. Obviamente Daniela de eso no
tenía ni la menor idea.
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Domingo
10 am
Era primera vez en mi
vida que me tocaba conocer a los suegros, la noche anterior decidí quedarme en
casa para evitar las ojeras y el exceso de congestión nasal, sabía que no era
material de nuera si llegaban a conocerme bien, pero podía fingir, podía por
algunas horas ser la joven bien portada y señorita que siempre fui en casa de
mis padres, antes de que descubrieran mi lesbianismo y decidieran ocultarme de
sus vidas perfectas.
Daniela llegó temprano
a mi departamento, sabía que estaba nerviosa y quería evitar que me
arrepintiera. Trató de relajarme, hacerme reír, incluso aprovechamos el tiempo
para hacer el amor. Sus besos, su piel, su sonrisa, sus palabras y sus caricias
eran mi centro, mi piso y mi fortaleza.
Al entrar a su casa me
tomó de la mano, caminamos hacia la cocina donde su mamá estaba preparando unas
ensaladas, me saludó con ternura mientras yo intentaba disimular los nervios,
luego fuimos hacia el jardín interior donde su papá preparaba un asado mientras
los gemelos jugaban a la pelota.
-
Papá, ella es Agustina, dijo Daniela.
-
Bienvenida a la familia, contestó él
mirándome, espero hagas feliz a mi hija, continuó.
Los gemelos también se
acercaron a saludarme. Mientras Daniela sacaba del frigobar a un lado de la
parrilla un par de botellas de cerveza. No hubo silencios incómodos, sí varias
preguntas acerca de lo que hacía y mis planes a futuro, aunque no tenía muy
claro qué hacer con mi vida, les dije que el año siguiente regresaría a
estudiar comunicación audiovisual, carrera a la que me inscribí varios años
atrás pero que nunca comencé.
Esa noche me quedé a
dormir en casa de Daniela, se nos había hecho tarde y sus padres prefirieron
que me quedara. Nunca antes me había acostado a dormir tan tranquila y feliz.
Esta vez sí las cosas comenzarían a salirme bien.
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