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jueves, 17 de octubre de 2019

Capítulo II (Tercera parte)


8:30 am y aún no lograba conciliar el sueño, llevaba una semana así, desesperada, sin saber nada de Daniela, fui varios días a su escuela pero no estaba, sus compañeros me dijeron que no se aparecía en clases hace varios días, ellos también estaban preocupados. Incluso llamé a Josefina pero no me contestó el teléfono. La angustia me estaba matando. Pensé incluso en llamar a comisarías y hospitales, llegué a pensar que estaba muerta o que tuvo un accidente ¿pero cómo nadie me iba a avisar? Nooo me repetía, es imposible. ¿Habré hecho algo que le molestó? Me lo estaba cuestionando todo.

Mi mente desvariaba entre todos los posibles escenarios que justificaran su desaparición cuando sonó mi celular. Al ver su nombre en la pantalla sentí una mezcla de alivio, miedo y rabia.

-          Aló. Dije con ganas de llorar.

-          Perdona Agustina, comenzó a balbucear Daniela. Perdóname por no haberte llamado. Continuó.

Me quedé en silencio un momento.

-          Agus, amor, sé que debes estar enojada, te entiendo, yo también lo estaría, pero por favor escúchame, tengo muchas cosas que contarte, estos días han sido terribles. ¿Puedo ir a tu casa?

-          Vente. Respondí con voz seca.

No deben haber pasado más de 20 minutos cuando llegó Daniela, me estaba saliendo de la ducha, aún no me vestía. La hice pasar a mi pieza ya que Vicente aún dormía. Intentó darme un beso pero le corrí la cara, ya a esas alturas la preocupación se había convertido en enojo ¿a quién en su sano juicio se le ocurre desaparecer así? Pero intenté mantener la calma, quedarme en silencio y dejarla hablar.

La historia del repentino amor de Josefina me pareció extraña. Algo está tramando le dije. Daniela ya no sabía qué pensar. Mi primer impulso fue llamarla, insultarla, amenazarla, obligarla a alejarse de mi vida, de mi novia, del bar y de mis amigos, pero no lo hice sólo porque Dani me lo pidió. Sin embargo, una extraña sensación quedó rondando en mi interior.

Durante un par de semanas las cosas se mantuvieron en calma, Daniela se pasaba después de clases a mi departamento, a veces cuando tenía ensayo yo me iba a acompañarla un rato a su escuela que quedaba a algunas cuadras del bar. Luego, según el día me iba a trabajar o juntas a tomar un trago, algo tranquilo y hasta temprano, yo estaba tratando de hacer las cosas bien, de mantener distancia con la cocaína y el exceso de alcohol, lo que no era fácil debido al “negocio” de Félix, que guardaba en una rejilla de desagüe en la cocina la droga que vendía durante la noche, yo lo ayudaba dividiéndola en bolsas de 1 gramo a cambio de consumo ilimitado.  Obviamente Daniela de eso no tenía ni la menor idea.

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Domingo 10 am

Era primera vez en mi vida que me tocaba conocer a los suegros, la noche anterior decidí quedarme en casa para evitar las ojeras y el exceso de congestión nasal, sabía que no era material de nuera si llegaban a conocerme bien, pero podía fingir, podía por algunas horas ser la joven bien portada y señorita que siempre fui en casa de mis padres, antes de que descubrieran mi lesbianismo y decidieran ocultarme de sus vidas perfectas.

Daniela llegó temprano a mi departamento, sabía que estaba nerviosa y quería evitar que me arrepintiera. Trató de relajarme, hacerme reír, incluso aprovechamos el tiempo para hacer el amor. Sus besos, su piel, su sonrisa, sus palabras y sus caricias eran mi centro, mi piso y mi fortaleza.

Al entrar a su casa me tomó de la mano, caminamos hacia la cocina donde su mamá estaba preparando unas ensaladas, me saludó con ternura mientras yo intentaba disimular los nervios, luego fuimos hacia el jardín interior donde su papá preparaba un asado mientras los gemelos jugaban a la pelota.

-          Papá, ella es Agustina, dijo Daniela.

-          Bienvenida a la familia, contestó él mirándome, espero hagas feliz a mi hija, continuó.

Los gemelos también se acercaron a saludarme. Mientras Daniela sacaba del frigobar a un lado de la parrilla un par de botellas de cerveza. No hubo silencios incómodos, sí varias preguntas acerca de lo que hacía y mis planes a futuro, aunque no tenía muy claro qué hacer con mi vida, les dije que el año siguiente regresaría a estudiar comunicación audiovisual, carrera a la que me inscribí varios años atrás pero que nunca comencé.

Esa noche me quedé a dormir en casa de Daniela, se nos había hecho tarde y sus padres prefirieron que me quedara. Nunca antes me había acostado a dormir tan tranquila y feliz. Esta vez sí las cosas comenzarían a salirme bien.


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