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martes, 15 de octubre de 2019

Capítulo I (Tercera parte)


Las mañanas de Daniela eran ajetreadas, ruidosas y conversadas, sus hermanos gemelos de 14 años, aún con voz aguda desayunaban animados al ritmo intermitente del pitido de sus celulares, eran populares, alegres y de muchos amigos.  Vivían en una de las pocas casonas que todavía quedaba de pie entre los edificios de las calles interiores de providencia. Sus padres que llevaban 25 años de matrimonio parecían amarse como el primer día, él era ingeniero y trabajaba en una empresa constructora, ella psicóloga independiente. Tenían una única y gran regla, los desayunos y la comida de la noche debían ser siempre en familia.

Sin embargo, esa mañana Daniela estaba más callada de lo habitual, se le veía triste y pensativa. Su madre le preguntó si extrañaba a Tomás, ella le contestó que no con un gesto de cabeza sin levantar la vista de su tazón de café con leche. Ambos padres se miraron desconcertados, los adolescente alzaron la vista hacia su hermana por un segundo, para luego regresar a sus celulares. El padre los apuró, estaban atrasados para ir al colegio.

-          ¿Te dejo en el metro Daniela?, le preguntó.

Ella nuevamente negó con la cabeza. La familia se puso de pie para dar inicio a sus actividades diarias, Daniela permaneció inmóvil. Tras despedirse de todos la madre regresó a la cocina, se sentó al lado de su hija en el comedor de diario. Acarició su mano.

-          ¿Qué te pasa Dani? preguntó.

Daniela sintió un impulso incontrolable de contarle todo, de Agustina, de la conversación que había tenido hace algunas noches con Josefina, del miedo incontrolable que estaba sintiendo de quedarse sola, de que no la aceptaran, de perder a sus amigas (aunque ya varias se habían alejado tras la noche en que la Jose la descubrió con Agus). Pero se contuvo por un momento.

-          Hija ¿extrañas a Tomás? ¿Por qué terminaron si se querían tanto? ¿Fue por la distancia? Continuó su madre.

Daniela ya no podía seguir así. Juntó fuerzas, respiró profundo, levantó la vista hacia su madre y comenzó a hablar.

-          No es por Tomás mamá, es porque lo que te dijo Josefina es verdad. Disculpa por haberlo negado, por haberte mentido, es que tenía miedo mamá, tenía miedo de que dejes de quererme, de que me miren distinto o me echen de la casa. Dijo con los ojos llenos de lágrimas.

La madre estaba muda, atónita, se había auto convencido de que la historia de Josefina acerca de su hija teniendo una relación con su pareja era mentira. Quizás era lo más fácil de creer. No hay nada más poderoso que la auto negación.

-        Intenté alejarme de ella, te lo juro mamá. Pero no pude, estoy enamorada, y no sé qué hacer porque me estoy quedando sola. Le dijo llorando. Y más encima el otro día Josefina me dijo que está enamorada de mí y  es mi mejor amiga ¿qué hago mamá? Continuó.

Muy al contrario de lo que se imaginó Daniela tras la reacción anterior de sus padres que terminó en gritos y discusiones por varios días, ahora su madre simplemente la abrazó, besó su frente y le dijo que nunca estaría sola porque los tenía a ellos. Le pidió que le contara a su padre y le prometió que todo estaría bien, que contaba con su apoyo y el de la familia.

-          Y respecto a Josefina creo que lo mejor es que tomes distancia por un tiempo si no sientes nada por ella. Si estás bien con Agustina no pienses en nadie más. Le aconsejó su madre.

Daniela sentía que se estaba sacando un peso del alma, se secó las lágrimas, abrazó a su mamá, tomó su bolso y se fue a la escuela de teatro. Mientras caminaba hacia el paradero de micro buscó su celular, lo encendió y llamó a Agustina, no hablaba con ella desde lo sucedido con Josefina.


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