Las mañanas de Daniela
eran ajetreadas, ruidosas y conversadas, sus hermanos gemelos de 14 años, aún
con voz aguda desayunaban animados al ritmo intermitente del pitido de sus
celulares, eran populares, alegres y de muchos amigos. Vivían en una de las pocas casonas que todavía
quedaba de pie entre los edificios de las calles interiores de providencia. Sus
padres que llevaban 25 años de matrimonio parecían amarse como el primer día,
él era ingeniero y trabajaba en una empresa constructora, ella psicóloga
independiente. Tenían una única y gran regla, los desayunos y la comida de la
noche debían ser siempre en familia.
Sin embargo, esa mañana
Daniela estaba más callada de lo habitual, se le veía triste y pensativa. Su
madre le preguntó si extrañaba a Tomás, ella le contestó que no con un gesto de
cabeza sin levantar la vista de su tazón de café con leche. Ambos padres se
miraron desconcertados, los adolescente alzaron la vista hacia su hermana por
un segundo, para luego regresar a sus celulares. El padre los apuró, estaban
atrasados para ir al colegio.
-
¿Te dejo en el metro Daniela?, le
preguntó.
Ella nuevamente negó
con la cabeza. La familia se puso de pie para dar inicio a sus actividades
diarias, Daniela permaneció inmóvil. Tras despedirse de todos la madre regresó
a la cocina, se sentó al lado de su hija en el comedor de diario. Acarició su
mano.
-
¿Qué te pasa Dani? preguntó.
Daniela sintió un impulso
incontrolable de contarle todo, de Agustina, de la conversación que había
tenido hace algunas noches con Josefina, del miedo incontrolable que estaba
sintiendo de quedarse sola, de que no la aceptaran, de perder a sus amigas
(aunque ya varias se habían alejado tras la noche en que la Jose la descubrió
con Agus). Pero se contuvo por un momento.
-
Hija ¿extrañas a Tomás? ¿Por qué
terminaron si se querían tanto? ¿Fue por la distancia? Continuó su madre.
Daniela ya no podía
seguir así. Juntó fuerzas, respiró profundo, levantó la vista hacia su madre y
comenzó a hablar.
-
No es por Tomás mamá, es porque lo que
te dijo Josefina es verdad. Disculpa por haberlo negado, por haberte mentido,
es que tenía miedo mamá, tenía miedo de que dejes de quererme, de que me miren
distinto o me echen de la casa. Dijo con los ojos llenos de lágrimas.
La madre estaba muda,
atónita, se había auto convencido de que la historia de Josefina acerca de su
hija teniendo una relación con su pareja era mentira. Quizás era lo más fácil
de creer. No hay nada más poderoso que la auto negación.
- Intenté alejarme de ella, te lo juro
mamá. Pero no pude, estoy enamorada, y no sé qué hacer porque me estoy quedando
sola. Le dijo llorando. Y más encima el otro día Josefina me dijo que está
enamorada de mí y es mi mejor amiga ¿qué
hago mamá? Continuó.
Muy al contrario de lo
que se imaginó Daniela tras la reacción anterior de sus padres que terminó en
gritos y discusiones por varios días, ahora su madre simplemente la abrazó,
besó su frente y le dijo que nunca estaría sola porque los tenía a ellos. Le pidió
que le contara a su padre y le prometió que todo estaría bien, que contaba con
su apoyo y el de la familia.
-
Y respecto a Josefina creo que lo mejor
es que tomes distancia por un tiempo si no sientes nada por ella. Si estás bien
con Agustina no pienses en nadie más. Le aconsejó su madre.
Daniela sentía que se
estaba sacando un peso del alma, se secó las lágrimas, abrazó a su mamá, tomó
su bolso y se fue a la escuela de teatro. Mientras caminaba hacia el paradero
de micro buscó su celular, lo encendió y llamó a Agustina, no hablaba con ella
desde lo sucedido con Josefina.
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